Cuando empieza a despuntar el alba, Ángel Barrios alista su canoa y su atarraya para un nuevo día de pesca.
Antes de partir mar adentro, se hace la señal de la cruz y dice encomendarse a los santos 'para que el día sea bueno'. Con ello, no solo se refiere a la suerte de sacar la red atiborrada de peces, sino a que trabajando entre río y mar, como es la zona de Bocas de Ceniza, 'algunos pescadores se van y no vuelven'.
Donde el río Magdalena desemboca en el mar Caribe, en el lugar conocido como Puerto Mocho, Barrios se dedica a la pesca artesanal, una forma de extracción de los productos del mar, sin ningún medio tecnológico, que durante cerca de 36 años ha sido su único sustento.
La necesidad le ha enseñado a ser especialista en todas las disciplinas de pesca artesanal, lo hace con anzuelo, palandro, trasmallo, atarraya, chinchorro y cometa.
Barrios dice que un día de subienda puede sacar de la red de 30 a 40 kilos de corvina. También en esa zona en la que el rio se confunde con el mar, tiene la posibilidad de atrapar pescados tanto de agua dulce como de salada.
El chivo, robalo, pargo, mojarra roja y blanca, ronco amarillo y blanco, sable y macabi, son algunas de las especies que más se pescan en esa zona. 'El pescado es viajero, a veces cuando sube la marea se pasa al agua salobre y salen del lado del río, y así siempre están en lugares diferentes, hay que tener paciencia hasta que aparezcan pero también hay que salir a buscarlos', expresó Barrios, un hombre de casi 60 años con la piel bronceada por recibir a diario los fuertes rayos de sol que golpean con inclemencia en el tajamar.
La contaminación, la acidificación del océano producida por el cambio climático y la pesca industrial a gran escala ponen en peligro esta actividad que practican como método de subsistencia las personas de más escasos recursos del Atlántico.
'Hace 30 años se pescaba más', dice Manuel Vergara mientras remienda su trasmallo, 'ahora el pescado es más escaso, uno demora más horas buscando atrapar algo y debe ir más lejos para conseguirlo', afirma este pescador que hace 38 años se dedica a esta actividad y con su trabajo alimenta a siete hijos.