Es literal. Ellos se ponen la camiseta en cada evento deportivo, y aunque no es para lo único que están, su función en cada encuentro es divertir a los espectadores mostrando un show que contagie de alegría a los asistentes.
No es extraño ver en cada partido de Junior a un tiburón inflado, hecho de una tela plástica, bailando y animando a la afición rojiblanca que se da cita cada fecha del fútbol colombiano en el estadio Metropolitano Roberto Meléndez. Su personalidad extrovertida y su forma de bailar ha hecho que se gane un lugar en el corazón de todos los hinchas, que se disfrutan hasta el entretiempo con sus coreografías y ocurrencias.
Como Willy, la mascota oficial del Junior de Barranquilla, otros 'muñecos' han sido las mascotas y símbolos de marcas y justas deportivas particulares. Brincan, saludan y menean los enormes cuerpos al ritmo de la música para entretener, pero lo que viven dentro de estos disfraces es 'otra película'.
Ven todo desde adentro, como si estuviesen en una carpa de circo completamente sellada en el que ellos son el payaso, el mago y el malabarista. Al interior del traje, mueven las extremidades al tiempo que el corazón palpita dando ritmo a la respiración que retumba dentro de la gran cabeza como si fueran Darth Vader. Están a, aproximadamente, 40 grados de temperatura; sudan y sudan y afuera la afición los ovaciona.
Willy Evaristo De la Hoz Martínez es un administrador de empresas de 49 años que desde el 2007 tiene un hobby particular, mismo en el que ha encontrado un modelo de negocio: es mascota de equipos. Empezó siendo el caimán que acompañaba al equipo barranquillero de béisbol en el Tomás Arrieta, pero en 2010, la familia Char le ofreció ser la nueva mascota del Junior con el fin de atraer a los niños.
'Me dijeron que si quería ser la mascota, sin la intención de quitarle el puesto a Óscar Borrás, que era quien entraba con una cabeza de tiburón, para atraer a los niños y hacerlos junioristas desde la cuna. Creo que ha resultado, porque la gente ama a Willy', comenta.
De la Hoz recalca que, independiente del estrato y del sexo, todos quieren al tiburón. 'Sea en el norte, en el sur, mujer, hombre o niño, el cariño que le demuestran a este símbolo no se puede medir'.
El hombre, residente en el barrio Modelo, cuenta que este pasatiempo se ha convertido en una microempresa para su familia, denominada Willy Mascota Show, en la que además trabajan un hermano y un sobrino a los que ha criado como hijos. 'Nos contratan para todo tipo de eventos: cumpleaños, matrimonios y fiestas en general. Además He sido asesor de mascotas de empresas'.
En un principio Willy hacía solo el papel del tiburón, pero por recomendación médica debió buscar a quien pudiera continuar la tradición. 'El peso del disfraz, que es de 10 Kilos, hizo que me salieran unas hernias. El médico me dijo que no lo hiciera todo el tiempo, por eso mi hermano y mi sobrino empezaron a trabajar conmigo'.
David De la Hoz, de 25 años, y Tommy Martínez, de 29, también hacen del tiburón Willy. 'Es un trabajo bastante difícil, pero que hacemos con pasión y entrega porque nos encanta ver las caras de la gente cuando hacemos las actuaciones y, aunque sentimos que a veces desfallecemos dentro de los trajes, vale la pena hacer un buen trabajo'.
La primera vez que Tommy se puso el traje, se desmayó y debió ser socorrido por los paramédicos. 'La cancha del ‘Metro’ está a un metro y medio bajo el nivel de la carretera, ahí el calor es peor, por eso dicen que es una olla; y a eso hay que sumarle que estamos dentro de un traje que toma el aire para inflar el muñeco. La temperatura es cruel'.
Además de ser Willy, De la Hoz Martínez también es Baqui, el símbolo de los Juegos Centroamericanos y del Caribe 2018. 'Ese traje es más difícil porque es más pesado, solo la cabeza puede pesar más de 3 kilos y la cerradura está atrás. Uno debe saber manejar la respiración y tener estado físico. Trato de prepararme con el kinesiólogo Ulises Quintero para poder hacer bien mi papel'.