La danza es un grito que se propaga a través del movimiento. Las ondas sonoras de la música que se hace con instrumentos tradicionales colombianos, de herencia indígena y africana, se vuelven una con el vaivén de los cuerpos que, a través de pasos simples, recuerdan que están aquí, que el baile es una de las formas que tienen para reivindicar sus tradiciones y mantenerlas vigentes.
Así lo siente Luis Gerardo Rosero, quien hace más de 20 años creó la Compañía Teatro Danza Pies del Sol. Cuenta que la danza nació como una propuesta que tuvo como disfraz individual del Carnaval de Negros y Blancos de Pasto.
'Poco a poco ha ido creciendo y ya hay una dramaturgia completa en la que se cuenta la historia de un pueblo, de una raza, de la tierra, del rugir del Galeras, de los resguardos indígenas, de la banda 509, de los sanjuanes, de los pies planos, de ese cuerpo cortico con la piel de cobre que tiene derecho a danzar y a decir ‘el sur está aquí’ a decir ‘nosotros con nuestra forma de ser también tenemos derecho a contar la historia del país’, de nuestra raza, de nuestro tiempo y nuestros territorios'.
Su compañía se presentó en el marco de la 3ª Bienal Internacional de Danza de Cali y fue uno de los 26 grupos colombianos que participaron del evento. Con 15 integrantes, todos de la etnia Quillacinga, presentaron la obra ‘Taitico Andizo Danzarín’. Esta pieza, explicó Rosero, 'es un homenaje a nuestros danzantes de Córdoba y todo ese acervo entre lo pagano y lo religioso con sus chaquetas de capitanes bailadores y sus cascabeles'.
La compañía está tanto en Nariño como en Bogotá, puesto que para Rosero fue importante, apenas salió de su cabildo indígena a la capital, mantener sus costumbres vivas, estudiarlas, escribir sobre ellas y tenerlas presentes. Dice que al irse surgió esa lucha interna sobre su compromiso político en Bogotá, puesto que siente como se colonizó aún más su cuerpo al emigrar. Por ello se ha dedicado a estudiar y a fortalecer sus tradiciones.
Laboratorio de Danza de Providencia
Desde el Ministerio de Cultura se inició en 2015 el proceso de creación de un proyecto coreográfico en la isla de Providencia, a través de hacer una obra que se inspirara en los aires tradicionales de la región como en sus recuerdos y tradiciones ancestrales.
Así nació ‘El silencio del tambor’, una pieza en la que se abordan los recuerdos del pasado de Providencia, a través de su danza, su música y su lenguaje: el creole.
La dramaturga de la obra. Leyla Castillo, expresó que quisieron 'construir una obra que trajera a la memoria una isla cuando no había luz, cuando los fantasmas asustaban por la noche, cuando los niños jugaban a las rondas; y también una tradición de gente que sabe vivir del mar. Sabemos que en la esencia de las agrupaciones en Providencia no hay tambor, pero quisimos reflejar una filosofía de conectarse con la raíz africana'.
Por su parte, Rafael Palacios, el director artístico y coreógrafo destacó que en el acercamiento pudieron conformar un grupo compuesto por bailarines de distintos grupos de la isla. 'Aquí encontraron un lugar para dialogar entre ellos mismos y para traer diferentes saberes y diferentes maneras de abordar la misma cultura'.
Esta pieza se presentó en el Centro Cultural Comfandi de Cali durante la Bienal de Danza.