Pese a las acciones vandálicas que cada año son protagonizadas por decenas de jóvenes que toman los escenarios de la fiesta para confrontar entre grupos barriales agrediéndose con botellas piedras y hasta armas blancas, la tradición traída de Francia sigue intacta y acaba de cumplir 151 años de estar haciendo gozar a los propios y visitantes.
A las dos de la madrugada de este domingo cerca de 500 hombres y mujeres vistiendo sacos que previamente habían metido en un charco de barro localizado entre la avenida Circunvalar y el lecho del río Ranchería emergieron de la penumbra para tomarse las calles mientras emitían sonidos con características guturales.
¡Uuuf!, es el sonido que sale de sus gargantas cada vez que un líder grita la palabra ¡Embarradores!
Así, en medio de cherchas y abrazos gélidos de dos de la madrugada a los espectadores, caminan por las calles con rumbo a la Plaza Padilla y al Parquecito del Cementerio, donde cada año le rinden un homenaje póstumo a Piade (Reginaldo Bernier Escudero), uno de los primeros embarradores, quien fue asesinado en el desarrollo de una fiesta por un ciudadano la madrugada del domingo 25 de febrero de 1.974.