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Es probable que muchos recuerden haber visto por las calles de Barranquilla a adolescentes tristes que en la década del 2000 cubrían la mitad de su rostro con un mechón de cabello, usaban piercings, vestían de negro y se maquillaban los ojos.

La casi extinta subcultura de los melancólicos emo ya no se observa en los parques, escuelas, universidades y demás sitios donde suelen concurrir los jóvenes. Parece que se hubieran esfumado. Lo cierto es que esta tribu urbana de adolescentes incomprendidos fue por mucho tiempo un tema de conversación en la sociedad que abría los ojos al nuevo milenio.

Las emociones desbordantes les daban el nombre, como lo explica María Alejandra Guzmán Payares, en el pasado una joven emo. 'El nombre viene de emociones, esas que se sentían con la música. Por ello, expresábamos el amor de manera más profunda hacia todos los seres vivos. Temáticas como la muerte, pero como algo a lo que no se le debe temer, sino al contrario. En fin, así como el reguetón habla de mujeres y sexo, la música emo habla de las emociones, ya sea, amor, ira, desilusión, felicidad, etc.', manifestó.

María Alejandra empezó a ser emo a los 15 años buscando ser aceptada.

'Cuando eres diferente quieres sentirte parte de algo, ser aceptado por otras personas que tienen problemas similares a los tuyos. Puntualmente, mis problemas estaban relacionados con el sobrepeso y una muy baja autoestima', confesó.

Un estudio psicológico y sociológico sobre el ‘Grupo social de los jóvenes emo’ realizado por Patricia Morales y publicado en la web de la Comisión Nacional de Derechos Humanos de México, destaca que 'los emos se caracterizan por la exaltación de sus emociones, en especial las de sufrimiento y tristeza'.

María Eugenia Reátiga, psicóloga clínica y docente del programa de Psicología de la Universidad del Norte, haciendo referencia a la desaparición de tribus urbanas explica que esto se da porque en los adolescentes las identidades son parciales, transitorias y circunstanciales.

'Están siempre en la búsqueda de su identidad en esa etapa de rupturas. Son bidimensionales porque se basan en características físicas, por ello, son susceptibles a la moda y las apariencias. Es importante resaltar que en la mayoría de adolescentes estas etapas son transitorias', señaló.

Bandas como Kudai, 30 Seconds to Mars, Nikki Band, Panic at the Disco, My Chemical Romance, Fall Out Boy y Paramore, entre otras, eran algunas de las preferidas por estos jóvenes. Según Roland Larios San Juan, la música de estos artistas fue una de las impulsoras para volverse emo.

'Mi experiencia fue de contrastes y progresiva. Comenzó con la vestimenta negra, tenía el pelo largo y casi 10 manillas en cada mano, me echaba polvo de cara en abundancia. La satisfacción que sentía era máxima', relató.

Roland ingresó a la Universidad buscando licenciarse en derecho. Allí encontró un panorama muy diferente. 'Abogados elegantes, vestimentas formales y un mundo concreto', como él mismo lo define. 'Estuve a punto de abandonar la universidad porque sentía que estaba en el lugar incorrecto. Quería ser cantante pop (...) Ahora reflexiono, todo fue falta de identidad propia y de carácter. Justamente todas las cosas que hoy me caracterizan, si bien no estoy orgulloso de eso, lo apropié porque gran parte de mi personalidad se forjó en ese tiempo'.

¿Desaparecieron?

La psiquiatra Claudia Velásquez, especialista en niños y adolescentes adscrita a la clínica Portoazul, afirma que los emo son colectivos juveniles, como los punk candy, entre otros, que se experimentan en la adolescencia, esa etapa de la vida de transición y búsqueda de identidad.

Para la profesional, estos grupos no han desaparecido del todo pues 'a medida que la sociedad se complejiza ellos también evolucionan y se pueden encontrar con similares características, pero con otros nombres y particularidades'. El portal español Wag1 Magazine hace referencia a la aparición de los ‘nyanyas’, una tribu urbana que ya no se identifica como emo pues aseguran 'no tener ídolos ni influencias'. Con una indumentaria muy parecida, esta vez sin el peculiar flequillo, miembros de esta tribu emergente parecen ser la evolución de los polémicos emo.

María Alejandra se fue a vivir a Argentina y en ese país estudia Trabajo Social, afirma que 'cuando maduras ya no necesitas buscar refugio en una subcultura'. Por su parte, Roland se graduó de abogado. 'En aquella época quise estar a la moda. Para mí no tenía identidad, menos mal ya crecí', concluyó.