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a ambición arquitectónica de Barranquilla está marcada, en gran medida, por la majestuosidad de su arquitectura eclesiástica, el arte de construir sus primeras y más representativas iglesias y las cosas que consideraron 'bellas' y 'bien hechas'.

Una travesía por algunos de esos monumentos deja lo anterior en evidencia. Los lugares de culto del catolicismo no solo son admirados por sus fieles, sino por cualquier transeúnte que se tropiece, mientras recorre las calles de la ciudad, con los siete vitrales de la Catedral, la suntuosa cúpula de la Iglesia San Roque o el frontispicio de la Iglesia Nuestra Señora de Chiquinquirá, por citar ejemplos.

Son la visita a estos templos un viaje a diferentes épocas del pasado. Algunos, por ejemplo, son fieles a los postulados del estilo neogótico, que exalta el mundo medieval y revive las formas góticas, tal como lo hacen las iglesias de Chiquinquirá y San Roque.

Otros, como la iglesia San José, siguen la estela del neoclasicismo, un movimiento estético que apareció en el contexto de la Ilustración, en la primera mitad del siglo XVlll en Francia.

Para recordar estas influencias y desempolvar lo que guardan las ‘cruces’, surgen iniciativas como la del colectivo #todomono, que hace seis años lidera un recorrido por los monumentos con el fin de adentrarse en el patrimonio cultural de las iglesias más icónicas de la ciudad. También lo hace la Secretaría de Cultura de Barranquilla, en su búsqueda por explorar y promover el turismo religioso en la comunidad.