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Donna Conlon (Atlanta, 1966) acumula objetos ordinarios para hacer arte. Sus obras, que han hecho parte de la colección permanente del Museo Metropolitano de Arte de Nueva York, incluyen botellas de plástico o vidrio, cucharas desechables, cigarrillos usados, adoquines y basura.

A partir de ellos, de lo que son, de su entorno inmediato, la artista y bióloga radicada en Panamá intenta revelar lo más íntimo de las idiosincrasias y contradicciones humanas, tal como lo explica ella misma durante su visita a Barranquilla.

'Se trata de una búsqueda socio-arqueológica en la vida cotidiana', dice Conlon, quien por estos días ha participado en distintos talleres y exposiciones en la ciudad, en la Universidad del Norte, y en Cali, en Bellas Artes.

'No trato de descontextualizar estos objetos que uso, no los transformo, más bien intento entender su significado y contar esa historia particular que tienen para darnos. Esa es una forma de contarnos a nosotros mismos', explica Conlon.

Por eso, en piezas audiovisuales como Voz a la deriva (2017) se retratan los sentimientos de angustia y esperanza, fragilidad y resiliencia humana, a través de la travesía en medio de la lluvia, de una botella de agua vacía, minutos antes de ser recuperada por un ciudadano. Aquí, los sonidos del agua, los golpes que recibe el frasco, los obstáculos que encuentra durante su viaje, juegan y se relacionan con un paisaje que resulta cotidiano.

'Vivimos cómplices de una ciudad capitalista y extremamente consumista. El plástico lo tenemos en todo, la vida es de plástico y no estamos cuestionando esta situación. Es un desecho que tarda mucho tiempo en desaparecer', asegura Conlon, inquieta por los problemas ambientales y las disparidades políticas y sociales.

En Bajo la alfombra, por citar otro ejemplo, la artista, en compañía del panameño Jonathan Harker, nos recuerda durante una pieza de 2 minutos y 49 segundos que todos barremos y escondemos basura debajo de la alfombra. Pero esta vez, este tejido no es de seda, lana, ni hilo, sino de un pasto verdoso que recibe desechos, tal como lo hace la tierra.

'A veces nos hacemos inmunes a todas estas prácticas, que se convierten naturales. Con la cámara podemos cambiar la perspectiva y dirigir la mirada hacia un problema. Es eso lo que hacemos', añade Conlon, quien se cuestiona constantemente. Sabe, incluso, que su propia labor representa una 'gran contradicción'.

'Es una paradoja porque llevo objetos para reciclar y los monto en mi carro que gasta mucha gasolina', confiesa la artista. Eso, por supuesto, le ratifica lo que desde el arte más critica: las ironías.