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La ciudad inglesa de Windsor ultimaba el viernes los preparativos de la boda de hoy entre Enrique de Inglaterra y Meghan Markle, marcada por el anuncio de que será el príncipe Carlos quien la acompañe al altar.

'El príncipe de Gales está encantado de recibir de este modo a la señorita Markle en la familia real', afirmó el palacio de Kensington en un comunicado, un día después de que la actriz confirmara que su padre, Thomas Markle, no podrá asistir a la boda por problemas de salud.

Según el comunicado, fue la novia la que ofreció el privilegio a su suegro.

'La señorita Meghan Markle pidió a su Alteza Real el príncipe de Gales que la acompañe al altar de la iglesia de San Jorge', del castillo de Windsor, afirma el texto.

De este modo se desvela una de las grandes incógnitas del enlace, después de que se especulase que sería la madre de la novia, la californiana Doria Ragland, la que acompañaría a su hija.

Solo hasta hoy se conocerá el vestido y diseñador de la novia, así como el título nobiliario que la reina concederá a la pareja.

La madre de Markle llegó a primera hora de la tarde al castillo de Windsor para conocer a su consuegra, Isabel II, y tomar el té.

Esta profesora de yoga y asistente social de 61 años ya conoció el jueves al príncipe Carlos y al hermano de Enrique, el príncipe Guillermo.

Finalmente, el abuelo del novio, Felipe de Edimburgo, de 96 años, que se está recuperando de un trasplante de cadera, asistirá a la unión.

La familia

El padre de la novia, Thomas Markle, renunció a ir a la boda después de saberse que se había prestado a posar para los paparazzi, en unas fotos de las que teóricamente nada sabía.

El hermanastro de Markle, Tom Junior, que no ha sido invitado, merodea alrededor del castillo de Windsor, mientras su exesposa e hijos viajaron a Londres pese a que hace 20 años que no ven a la novia, y dispuestos a hablar sobre ella a cualquier medio que lo acepte.

La hermanastra de Markle, Samantha Grant –también persona non grata, y hospitalizada, según ella, tras sufrir un accidente huyendo de unos fotógrafos–, también ha ido ventilando los trapos sucios de la familia en programas de televisión.

Cabe recordar que a estas alturas Enrique aún no conoce personalmente a su suegro, y que le pidió la mano de su hija por teléfono, en vez de ir a verle en el norte de México, donde vive.

El palacio de Kensington ha optado por el mutismo en toda la crisis, sin ir más allá de algún breve comunicado.

Preparativos

Windsor, la ciudad de 30.000 habitantes a orillas del Támesis, a una hora de Londres, es una fortaleza.

Cientos de policías fuertemente armados inspeccionaban cada rincón de la localidad, cuyo centro estaba cerrado al tráfico, ante la llegada prevista de 100.000 personas para asistir al gran día.

'Hay una amplia gama de medidas de seguridad visibles en marcha', dijo un portavoz de la policía a periodistas de todo el mundo que llegaron a cubrir la boda.

A última hora, ayer, los príncipes Enrique y Guillermo salieron a pie del castillo para saludar durante unos minutos a las personas que aguardaban durante horas detrás de las vallas de seguridad. Hoy las estaciones de tren estarán en máxima alerta, se inspeccionarán los vehículos y se registrará a los espectadores.

Además, hay barreras por todas partes para evitar un atentado con vehículo como los sufridos en Niza, Berlín o Barcelona.