Tres sorbos de jengibre caliente. Ricardo Montaner bebe de una pequeña taza, respira profundo, mira hacia el cielo. Faltan pocos segundos para que suba a una gran tarima iluminada, con más de 6.000 amantes de su voz que lo esperan en el Club Campestre del Caribe.
El cantautor argentino-venezolano se arregla el blazer negro estampado y entona, con mucha suavidad, los primeros versos de Corazón fracturado.
'He pasado en un día de la risa al llanto. Este concierto pretende hacer lo mismo. Pasaremos de la alegría al llanto, entre canción y canción. Yo los invito a que me acompañen a un viaje de ida y vuelta', fueron las primeras palabras del artista.
Había prometido brindar un espectáculo desde las 10 p.m., hora en que entonaría la primera canción de muchas. Y sobre esa hora lo hizo. Su saludo de buenas noches a La Arenosa fue un sentido agradecimiento a la 'gente maravillosa'. Montaner le confesó al público haber conocido personas increíbles y, además, haber comido 'delicioso'.
La primera parte de esas declaraciones se explica con la visita de este sábado de Montaner a sus compatriotas venezolanos, en la Terminal de Transportes de Soledad, donde cantaron juntos, entre lágrimas, La gloria de Dios y el himno de su país. Por eso, los versos dedicados al lugar que lo vio crecer y que afronta una crisis humanitaria, supo remover los sentimientos de sus fanes.
'¡Los voy a llevar a Caracas. A la Venezuela libre, la bella!', exclamó Montaner, mientras interpretaba Resumiendo.
Esa canción, esa frase, esa promesa, provocó el llanto de Coromoto García, una de las tantas venezolanas que asistió al concierto. La mujer, de cabello corto y ojos brillantes, sacudía entre la multitud la bandera de su pueblo.