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Acostada en una camilla Adela Ester de Castro mira el techo verde natural de esa sala de tatuajes. Huele a tinta y a bebé. Su sobrina amamanta a la criatura que solo mira el cabello de la madre.

Adela viste un jean azul que le queda holgado. Lo acompaña una blusa blanca y un par de chancletas del mismo color que dejó en el piso negro de plástico. Cruza las manos sobre su vientre. Su cabeza no tiene pelo, las quimioterapias que experimenta desde enero produjeron su caída.

En la cabecera de la camilla, Sabrina Garrido pinta un tatuaje en la cabeza pelada de Adela, es una henna, o mejor, 'una Corona de Henna'. Es una mandala, utiliza una tinta especial, similar a la que usan hace miles de años las novias en India. Skeletor, el villano del comic de He-Man las ‘mira’ desde un afiche que se repite mientras toca el bongó. Es 'el master del vacile'.

'Esta lucha debe ser con orgullo, no con vergüenza', dice Adela a quien la quiera escuchar. En el fondo suena la banda californiana Red Hot Chili Peppers. Adela cierra los ojos y se deja llevar.

Cayena Ink Tatoo funciona hace seis años en la calle 76 entre carreras 53 y 54, pleno norte de Barranquilla. Es la primera vez que una mujer con cáncer se hace en sus instalaciones un tatuaje temporal con esa técnica de pigmentación. Ellos también están descubriendo algo esa tarde gris de lunes. Dos horas después, a eso de las 5, Adela se levantó de la camilla.

'Lo logré, lo logré', gritaba entusiasmada haciendo una señal de victoria con sus dedos, como Winston Churchill en la Segunda Guerra Mundial.

Ella libra su propia batalla, dura, fuerte, agotadora, pero ganable con la actitud que demuestra. La pérdida de su cabello —sin duda— fue una de las etapas más dolorosas de su enfermedad, por eso, la figura que ahora luce estampada sobre su cabeza le da fuerzas para el próximo round que guanteará en una sala de quimioterapia.