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Varias mujeres afilan sus cuchillos para despedazar los restos de pescado amontonados en el suelo. En Alisam Products, una curtiduría del oeste de Kenia, la piel de esos peces se recicla y transforma en cuero para crear bolsos, carteras, zapatos, gorras y chaquetas. 

Cada día, habitantes de la gran ciudad de Kisumu acuden a orillas del lago Victoria donde las tilapias asadas y las percas del Nilo deleitan a los consumidores. Y decenas de bicicletas transportan las pieles de peces no utilizadas por los restaurantes, las pescaderías y las industrias.

Para la pequeña curtiduría de Newton Owino, de 39 años, esas pieles son una materia prima muy valiosa y conseguida de forma gratuita. Kisumu produce unas 150.000 toneladas de residuos de pescado al año, pero el 80% de los restos se tiran a la basura. Eso le dio la idea a este químico industrial de lanzar en 2012 una empresa de cuero de pez. 

'Tenemos toda la materia prima que necesitamos por aquí' para transformar las pieles de pescado en cuero, explica Owino. 

Una docena de empleados trabajan en su empresa donde curten las pieles y las utilizan para confeccionar los artículos de moda. 

Bajo el calor y las nubes de moscas, las mujeres separan primero la carne de la piel del pescado y lo descaman con cuchillos afilados. Las pieles se extienden luego en vigas de madera para que se sequen, para deleite de los pájaros hambrientos. Luego se introducen en un tonel con manivela lleno de una solución ácida hecha a partir de frutas locales como la papaya o el aguacate. 

'Esto es lo que llamamos girar el tambor', dice Owino, mientras acciona la manivela. Las pieles quedan más suaves, más oscuras y huelen menos fuerte. 

Por último se limpian, se estiran y se vuelven a poner a secar.

Elegantes y asequibles

Fella Atieno solo necesita un bolígrafo, pegamento y tintes para fabricar zapatos como sandalias o botines a partir de cuero de pez.

Una vez curtidas las pieles, las distintas etapas de fabricación se suceden para dar lugar a objetos elegantes que recuerdan una piel de serpiente o de cocodrilo, pero que cuestan mucho menos.

Los zapatos que elabora Atiena se venden por 1.500 chelines (13 euros, 15 dólares) y las chaquetas por 2.000 chelines (17 euros, 20 dólares), unos precios asequibles. 

Newton Owino procura que sus artículos no sean caros para que sus propios empleados puedan adquirirlos. 'Además de crear empleos para los habitantes de los barrios de chabolas, proponemos también productos de cuero que pueden comprarse'.

Hay otra curtiduría en Kisumu, pero es una tradicional, que no trabaja con la piel del pescado. Owino asegura, además, que es el único que no usa productos químicos en el proceso de curtido. Ahora tiene un nuevo objetivo: crear una escuela de fabricación del cuero en un plazo de cinco años.