Una bola de nieve pero en el desierto. Así describe el equipo detrás de Pájaros de verano el haber rodado un filme que se internó en la profundidad de La Guajira para remover los recuerdos de una época violenta y dolorosa, la ‘bonanza marimbera’ de la década de 1970.
Fueron nueve semanas de acción en medio de la arena y sus tormentas para los directores de cine colombianos Cristina Gallego y Ciro Guerra, así como todo su equipo, del que hicieron parte 2.000 extras y cerca de 1.000 animales que debieron ser trasladados de lado a lado.
Grabar en la tierra de las tradiciones wayúu implicó reconocerse como ‘arijuna’, nombre que reciben todos los extranjeros en este territorio, reconocer que cada grano de arena le pertenece a alguien, que las comunidades conviven con espíritus, construir un 'desierto-estudio' y luchar o más bien aprovechar las condiciones climáticas adversas. Un ejemplo de eso fueron las inundaciones que jamás fueron previstas.
Desierto-estudio
Recrear la vida en La Guajira de los setenta obligó a ‘Pájaros de Verano’ a arrendar un terreno y construir un 'desierto-estudio', donde se ubicaría la mansión del protagonista, un cementerio y una ranchería, teniendo en cuenta que las actuales se encuentran intervenidas con paredes de cemento y techos de zinc. Lo que nadie previó fue que antes de arrancar el rodaje esta fuera azotada por las inundaciones, por lo que tuvieron que hacer diques de contención.
¿Sacrificio animal?
Es una tradición dentro de algunas comunidades hacer correr la sangre de un animal para tener la bendición de los espíritus. Esta propuesta fue hecha a la producción de la película, que se negó rotundamente y, en cambio, se inclinó por la protección que podía darles el sentimiento de amistad de todo el equipo. Así entonces, acogieron a un pequeño chivo como un acompañante durante todo el rodaje.
Escorpión en la ropa
Mientras ensayaba algunos diálogos, el protagonista José Acosta se enfrentó a una situación un tanto extraña y vergonzosa. Ocurrió en un apartamento en Riohacha, cuando el actor ensayaba en compañía de la actriz Natalia Reyes y una experta en wayuunaiki. De repente, comenzó a experimentar un cosquilleo provocado por 'algo' que caminaba en su ropa interior. Corrió al baño sin dar explicaciones y más tarde todos se enteraron que se trató de un escorpión.
Ataque de abejas
El director de fotografía David Gallego, quien ya se ha acostumbrado a trabajar bajo condiciones exigentes, debió librar, además de las tormentas de arena, los enjambres de abejas que en dos ocasiones alcanzaron a cubrir buena parte de su cuerpo. Gallego no tuvo otra opción que ser paciente para evitar picaduras.
Qué Tormenta
La primera semana de rodaje estuvo plagada de tormentas de arena que muchas veces ni siquiera permitían ver lo que ocurría a unos cuantos metros. Ante esas condiciones, los directores decidieron aprovechar las condiciones para hacer de éstos los mejores efectos especiales. Hay escenas que, como ellos, tienen mucha arena.
En wayuunaiki
Comunicarse en idiomas desconocidos es para todos un reto y esto significó el intentar entender el wayuunaiki. Un ejemplo de lo anterior es el esfuerzo de seis chicas del equipo de vestuario, a quienes se les complicó el trabajo de vestir a 150 personas para una escena de carrera de caballos, no por los vestidos sino por la comunicación, pues solo una de ellas hablaba wayuunaiki y, al parecer, los extras se hacían ‘los locos’ con el español.
Ahí viene la serpiente
Al rodaje de las escenas en Minca, lugar de los supuestos cultivos de marihuana, llegó una visitante que hizo correr a todo el equipo despavorido. Se trató de una serpiente que a las 5 de la madrugada asustó a la producción, hasta que un valiente lugareño supo cómo protegerla y llevarla a un mejor lugar.
¿Explosivos?
Enviar a México las latas que contienen las cintas para su revelado es un procedimiento normal en medio del rodaje del filme. El detalle está en que éstas van en recipientes metálicos sellados que no se deben abrir, pues el material podría dañarse. Sin embargo, ‘Pronto’, uno de los perros antinarcóticos y antiexplosivos, encendió las alarmas de las autoridades. Ante la situación, el equipo advirtió del costo de abrir el material: más de 30 millones de pesos. Menos mal se llegó a un acuerdo y ‘Pronto’ repitió el proceso, percatándose de que nada extraño habría dentro de estos recipientes.