'Si así como caminas cocinas, yo me como hasta el cucayo'. Esta es una de las frases que vienen a la cabeza a la hora de hablar de piropos. Sin embargo, ¿qué es un piropo? y ¿hasta qué límite llega este término?
'Dicho breve con que se pondera alguna cualidad de alguien, especialmente la belleza de una mujer', es el significado que le otorga la Real Academia de la Lengua Española a esta palabra. Un enfoque en la elevación de la estética femenina. Algo que a lo largo de los años se ha considerado parte del acoso sexual callejero.
Anabelis Ospino, una trabajadora barranquillera, considera que actualmente 'hay muchos hombres groseros, no saben enamorar. Ahora son cosas feas y hasta a las niñas les faltan el respeto', por lo cual es tajante en decir que no le gustan los piropos en la calle.
La normalización de un 'buenos días' o de un 'adiós, mamacita' lanzado en un espacio público es para algunas personas un error construido en nuestra sociedad, otros consideran que es un elogio y muestra de cortejo. Es por ello que la pregunta recurrente es: ¿Un piropo que se da en un escenario como la calle o en un espacio público puede considerarse acoso?
A esto Nancy Gómez, doctora en Comunicación y especialista en temas de género, responde que las dos son formas de violencia en la medida en la que son llevadas a cabo sin el consentimiento de la mujer, es decir, el piropo lanzado en la calle es una forma de acoso.
Ejemplifica con el hecho de que un extraño le diga un poema a una mujer en la calle, 'si es alguien que no conoces y no estás consintiendo que de ninguna manera te diga ese comentario, entonces es una forma de acoso'.
'Si te dicen en la calle un buenos días, y te lo dicen de una forma que con su lenguaje no verbal se lanza sobre tí y lo hace como una forma de invasión de espacio, es acoso. No hay una comunicación en doble vía sino vertical, así sea el poema más divino del mundo, y lo dice un extraño sin que yo de pie para la conversación o que nos estemos conociendo y le demuestre interés: es acoso'.
De hecho, recientemente el gobierno de Francia anunció que los gestos, los silbidos y los comentarios obscenos en el espacio público tendrán una multa de 90 euros.
Harold Ballesteros, doctor en Ciencias Humanas con énfasis en Semiótica, Estética y Cultura, señala que el piropo es una forma de comunicación, 'una expresión de un yo con respecto a un tú, y ese tú es femenino'.
Dentro de esa forma de comunicación, explica Ballesteros, existen varias vertientes: el piropo 'grosero, grotesco, de doble sentido y el elegante'.
'Lo que se da en términos lingüísticos es que el piropo es una especie de acto elocutivo, que implica un texto que se dirige a alguien. Hay otro acto de habla que le sigue y es el ilocutivo, el cual contiene la intencionalidad, lo que el enunciante quiere comunicar. Y el tercero es el acto perlocutivo, que se realiza en la medida en la que allí se produce la respuesta al enunciante'.
Desde otra perspectiva los piropos, para Gómez, son una forma de acoso porque son producto de una comunicación que viene en una sola vía. 'No se está esperando ninguna retroalimentación, sino que ese hombre está ejerciendo la autoridad que le ha dado una sociedad patriarcal para dirigirse y para usar en el espacio público todas las cosas sin importar la subjetividad, el punto de vista de esa mujer que es un sujeto que muchas veces es negado en el espacio público'.
La medida francesa responde a un informe realizado por un grupo parlamentario al que el presidente Emmanuel Macron encargó reflexionar sobre cómo penalizar el acoso callejero, una realidad a la que las mujeres se enfrentan a diario. El informe preconiza la imposición de una multa de entre 90 y 750 euros, que dependerá de la rapidez con la que el agresor pague la infracción, que sancionará 'cualquier propuesta, comportamiento o presión de índole sexista o sexual' en el espacio público.
Meses atrás, en este país una carta abierta firmada por la estrella de cine Catherine Deneuve y decenas de mujeres señalan que el movimiento #MeToo, que va contra los abusos, incita al 'odio hacia los hombres y la sexualidad'.
'Pero el coqueteo insistente o torpe no lo es, ni es la caballerosidad una agresión machista', añaden.
Ni uno
Ana María Gutiérrez es tajante en decir que no soporta 'ningún tipo de piropo en la calle'. 'Una persona que no me conoce no debe decirme absolutamente nada. Es incómodo salir cada mañana y recibir cientos de silbidos, miradas y frases que traspasan aquello que llaman romanticismo y toca el abuso'.
Su recorrido hasta la universidad se ve marcado 'por irrespetos, frases obsenas y miradas que incomodan', cuenta.
'Muchos hombres creen que tienen la autoridad y que a nosotras nos gusta eso. Están equivocados', agrega.
Roxana Osorio, activista por los derechos de la mujer, en su tesis de maestría en Comunicación planteó este problema determinando que el acoso sexual es un conjunto de prácticas cotidianas de tipo sexual, tales como piropos, silbidos, frases obscenas, miradas lascivas, gestos, sonidos de besos, masturbación pública, exhibicionismo, ocurridas en el espacio público a las que se encuentran expuestos los ciudadanos. 'Es una forma de entablar una relación unilateral, no consensuada, donde una de las partes impone su deseo sobre el otro. En la mayoría de los casos, son los hombres los que la realizan estas acciones recayendo ellas sobre las mujeres'.
Para el ciudadano Jaime Hernández los piropos mientras se va transitando por la calle son un halago para las mujeres porque 'es lo que uno siente, lo que uno le dice a una mujer bella'.
'Tengo un piropo que a las mujeres, así sean muy fregadas, siempre voltean: Hola reina, que fisionomía hermosa. Te felicito. No te conozco y siento que te amo', cuenta.
Como una 'forma de comunicación impositiva y arbitraria', califica Gómez el acoso sexual callejero. La razón es porque se trata de 'la intromisión de un sujeto masculino que se asume dueño de calles y andenes, y por ello, interrumpe arbitrariamente el espacio público para hacerse escuchar'.
Mientras tanto el barranquillero Jair Solano considera que un piropo es 'decirle algo a una mujer cuando uno la ve bonita y preciosa, las vulgaridades no son correctas. Eso se ve muy maluco'. En contraposición Andrés Villegas confiesa que no le gusta decir piropos, 'quizá es por timidez, pero nunca me ha gustado eso'.
No es algo nuevo
No se trata de una ‘moda’ o una ‘nueva tendencia’ el acoso sexual. Gómez sostiene que 'ni el acoso callejero, ni las resistencias de las mujeres a esta clase de violencia de género son nuevas. En el siglo XIX, en Estados Unidos, las noticias catalogaban el acoso callejero como 'triturar' (mash) puesto que algunas mujeres optaron por golpear a los acosadores con sus bolsos y sombrillas, mientras que otras usaban los pines de sus sombreros para lacerar sus rostros'.
Algunas manifestaciones de acoso sexual callejero son aceptadas como folclóricas o tradicionales, explica el Observatorio contra el acoso callejero de Chile, lo que, agregan, tampoco debe ser argumento para tolerar esta vulneración. 'La violencia no puede ser patrocinada con orgullo por ningún pueblo o nación'.
No es únicamente el caminar y recibir una mirada que incomoda o una palabra. Según explica Osorio, 'el acoso sexual callejero es un conjunto de acciones realizadas en el espacio público, mediante las cuales la atención no deseada por una persona, es expresada a través de gritos, silbidos y hasta violaciones'.
Otra opinión tiene Dayiris Martínez. Ella dice que no le gustan los piropos, sin embargo 'todo depende de qué clase sea. Si son románticos, como un ‘adiós, mi amor’, está bien. Así también yo se lo he dicho a los hombres'.
Desde el lado masculino Alexander Meza, barranquillero, opina que los piropos son 'una cosa natural del hombre para las mujeres'. Para él hay 'piropos sencillos y no vulgares, porque esos son malos. A las mujeres hay que enamorarlas con piropos decente como un: Adiós mamasota, ¿cómo estás?, algo sencillo'.
Osorio cita en su investigación a Mariana Achugar, en la cual explica que el hombre latinoamericano considera que es propio de su cultura lanzar piropos a las mujeres en los espacios públicos 'y que como toda comunicación, debe ser aceptado de forma tácita por las mujeres (sonrojándose o sonriendo)'. Agrega también que este tipo de comportamientos 'ha acrecentado el poder del machismo en las esferas privadas y públicas y aquí ella se refiere al machismo tomado como ‘el machismo es basado en el idea de superioridad y el culto por la virilidad'.
Ballesteros por su parte se centra en que los elementos lingüísticos son claves. La agresión es rechazada, lo mismo que el doble sentido. 'Allí yo también me pongo en la condición del rechazo. Pero no puedo concebir que un piropo que halague sea acoso. Lo que me parece es que desde un feminismo radical y fanático ha metido todo piropo en el mismo saco'.
La conclusión planteada por Gómez es que 'necesitamos más iniciativas nacionales y locales que se articulen con estos esfuerzos globales y nos permitan identificar creativamente estrategias que alteren la normalidad de la violencia de género y la inequidad en el espacio público'.