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En el 2017 Barranquilla, considerada cuna de la moda en Colombia, no contó con una feria que representará a la industria local. Ni Plataforma K ni el Barranquilla Fashion Week (BQFW), que se venían realizando hasta el 2016, se pudieron llevar a cabo—básicamente— por falta de apoyo y recursos económicos.

Con la ausencia de estos eventos, en una ciudad que respira moda, todos pierden: diseñadores, nuevos talentos, la academia, los modelos y sus agencias, las madres cabeza de hogar que trabajan en los talleres donde se elaboran las prendas, el sector hotelero, el empleo y el público en general que se priva de estos espacios culturales.

En esto coinciden todas las fuentes consultadas por EL HERALDO para este trabajo periodístico.

Para hacerse una idea del impacto de esta franja comercial en la economía del país, en lo que va de este año, según la Cámara Colombiana de la Confección y Afines, la industria de la moda ha generado 1,8 millones de empleos.

Cuna de talentos, pero... Amalín de Hazbún, la aguja de oro de Colombia, o Silvia Tcherassi, reconocida como una de las mejores diseñadoras nacidas en América por las ferias de moda más prestigiosas del mundo, son solo dos ejemplos del talento creativo que acoge la capital del Atlántico. Son muchos los nombres que se quedan por fuera y que con sus marcas engrandecen el prestigio de esta parte del Caribe colombiano.

Sin embargo, sin un esfuerzo en conjunto que incluya a toda la cadena (diseñadores, empresa privada, academia y autoridades distritales y departamentales), para impulsar eventos culturales de moda, Barranquilla no pasará de ser un referente sin vitrina.