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Por Anna Pelegri

París. A los 18 años, Picasso desembarcó en París con una obra destinada a la Exposición Universal. Confiado, soberbio, el artista empezó entonces a transformarse en genio bajo la influencia de Van Gogh, Toulouse-Lautrec y Gauguin, como muestra una gran exposición en la capital francesa.

‘Picasso azul y rosa’ es una muestra que reúne excepcionalmente más de 300 obras en el Museo de Orsay, la antigua estación de tren adonde llegó el pintor español en 1900. Por entonces, rubricaba sus obras con las iniciales P.R o Pablo Ruiz Picasso, pero un año después 'ya se había afirmado' con la firma Picasso, explicó la comisaria Emilia Philippot.

Yo Picasso (1901), un autorretrato de trazo grueso y colores vivos que evocan la paleta de Van Gogh, abre la muestra del entonces joven prodigio, que por aquella época escribió: 'Las murallas más resistentes se abren a mi paso'.

Hijo del siglo XIX

Entre París y España, inició un periodo de creación intensa, forjando su identidad artística bajo la influencia de grandes maestros del siglo XIX.

'Solemos ver a Picasso como el genio del siglo XX que revolucionó el arte y tendemos a olvidar que era hijo del siglo XIX', explicó Philippot.

Algunas pinturas como su Autorretrato con sombrero de copa, en el que aparece vestido elegantemente de negro y rodeado de tres damas de cabaret con tocados de plumas, recuerdan inequívocamente a Toulouse-Lautrec. Otras, de mujeres voluptuosas y melancólicas en colores ocres, aluden a Gauguin.

De sus visitas a Málaga, su ciudad natal, Barcelona, Madrid y Toledo, el artista absorbió el universo del Siglo de Oro español así como de los modernistas catalanes.

En Barcelona, presentó su primera exposición, en febrero de 1900, en el cabaret bohemio Els quatre gats, 'saturando' el espacio con unos 150 retratos dibujados, ejecutados en varias semanas.

Pintar tres obras al día

Ahí exhibió a la vez Últimos momentos, el óleo que expuso unos meses después en la Exposición Universal de París y que recubrió en 1903 con su obra maestra La Vida, presente igualmente en el Museo de Orsay.

El frenesí con el que creaba —hasta tres pinturas al día— le permitió inaugurar en 1901 su primera exposición parisina, en la galería Vollard.

'Hay que tener presente esta ‘manera’, este estilo un poco precipitado (...) Suponemos que el día no dura lo suficiente para este amante frenético de la vida moderna', rezaba el catálogo de aquella muestra.

El periodo azul, color que Picasso eligió tras quedar profundamente afectado por el suicidio de su amigo Carles Casagemas por una historia de amor no correspondido, centra buena parte de la retrospectiva.

París se entrega a Picasso

Durante esta etapa sombría, con figuras longilíneas y personajes miserables como en La cena del ciego, Picasso inició a la vez la transformación de su arte, simplificando las formas y comprimiendo el espacio. La ironía empezó también a colarse en su obra, como Evocación (El entierro de Casagemas), una parodia del célebre Entierro del conde de Orgaz de El Greco, del siglo XVI.

La Celestina culminó esta etapa drásticamente azul, al pintar en las mejillas de esta alcahueta un poco de rosa.

La muestra se prolonga hasta 1906, cuando Picasso viajó a Gosol, en los Pirineos catalanes, donde quedó marcado por el arte ibérico y el primitivismo, sentando allí las bases de su revolución cubista.

La muestra, hasta el 6 de enero, coincide con una nueva exposición temática en el Museo Picasso de París, Picasso, ¡obras maestras! y con la inauguración el 17 de octubre en el Centro Pompidou de una retrospectiva sobre el cubismo, con numerosas obras del genio español.