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Aunque tal vez muchos no recuerden la cancioncita que sonaba faltando quince minutos para las seis de la tarde y que anunciaba que en breve Sears cerraría sus puertas, en los años 60’ era común que al escuchar este sonido los barranquilleros apuraran sus compras.

O al menos así lo recuerda Julio Cano, quien durante casi dos años trabajó en el exclusivo almacén Sears de Barranquilla, que este lunes anunció su quiebra a nivel mundial.

'Los jóvenes seguro no tienen ni idea de eso, pero antes esa era la tienda pupi de la ciudad. Ahí compraban los ricos y las familias iban a pasar las tardes allá', afirma Cano sobre la cadena que, tras ser la líder de las ventas en Estados Unidos, pionera con el modelo 'de todo a todo el mundo', no logró reembolsar una deuda de USD 134 millones y terminó en la quiebra.

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La Sears llegó a capital del Atlántico cerca de la década del sesenta y se ubicó en la carrera 46 y la calle 53, junto al Club Unión Española, donde tiempo después los trabajadores de la estadounidense compartirían en torno a las fiestas de fin de año. Llamaba la atención por el novedoso método del autoservicio, el aire acondicionado central (único en ese entonces) y las escaleras eléctricas.

'La tienda llamaba la atención por el sistema americano de que todo era autoservicio. Ahí vendían ropa, calzado, muebles y herramientas. Pero el principal centro de atención eran las escaleras eléctricas', cuenta Cano.

'La gente subía y bajaba las escaleras como una atracción, pero permitían que lo hicieran porque los niños eran felices y eso los ayudaba a llevar clientela', recordó.