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El olor a palma de iraca inunda los pulmones de quienes visitan Usiacurí, un pueblo que se rodea de calma en un mundo que va de prisa. 

El sello de sus artesanías mantiene a este municipio del departamento del Atlántico en un sosiego que se respira con solo pisar el asfalto de sus calles empinadas, limpias y engalanadas por el brote de cayenas y trinitarias. 

Las terrazas de las casas de Usiacurí se adornan de paja de iraca, tintas de colores, tazas de café y del silencio de las mujeres que con sigilo y celeridad construyen con sus manos las piezas artesanales que han hecho famoso este rincón del departamento. Allí, los niños aprenden el arte de tejer, una tradición que ha pasado de generación en generación y que replican con orgullo. 

Edilberto Sarmiento lleva más de 30 años elaborando artesanías. 'Uno va desde pequeño aprendiendo a tejer, generalmente la tradición se aprende de los abuelos. Luego de mi abuela, mi mamá siguió con ese legado, recuerdo que mi papá en ocasiones le ayudaba. Hoy en día, no solo las mujeres se dedican a tejer, los hombres también hacemos parte de esta tradición'.