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Florentino Ariza le contó en sus cartas a Fermina Daza que estaba en la misión de rescatar un tesoro sumergido como muestra de su amor. Su idea, dice en los mensajes, era bajar hasta las profundidades y explorar un galeón hundido cerca a Cartagena, todo con el fin de estar en pie de lucha por el corazón de Fermina. 

Una historia perfectamente descrita por Gabriel García Márquez en su obra El amor en los tiempos del cólera, que evoca aquella nave que ha sido motivo de disputa en los últimos años, pero que durante décadas ha estado en la memoria de los habitantes de la región Caribe: el Galeón San José.

'El viernes 8 de junio de 1708, a las cuatro de la tarde, el galeón San José que acababa de zarpar para Cádiz con un cargamento de piedras y metales preciosos por medio millón de millones de pesos de la época, fue hundido por una escuadra inglesa frente a la entrada del puerto, y dos siglos largos después no había sido aún rescatado. Aquella fortuna yacente en fondos de corales, con el cadáver del comandante flotando de medio lado en el puesto de mando, solía ser evocada por los historiadores como el emblema de la ciudad ahogada en los recuerdos', es la historia contada por el Nobel colombiano.

En torno a este, llamado ‘El santo grial de los naufragios’ y del cual se notificó su hallazgo oficialmente el 27 de noviembre de 2015, se tejen hipótesis de su hundimiento en medio de la llamada Batalla de Barú. Una habla de cañonazos por parte de los británicos y otra de una resistencia a perder y posterior decisión de implosionar la nave.

El comodoro inglés Charles Wager fue el encargado de dar la orden de hundir el galeón San José, el barco bajo el mando del almirante José Fernández de Santillán y cargado con 600 personas —de los cuales sobrevivieron 11, que fueron rescatados por los británicos—, frente a las islas del Rosario en la batalla que tenía como fin apoderarse de los tesoros españoles que allí transportaban. 

Sin embargo, Wager —que a su regreso a Inglaterra fue ascendido como Primer Lord del Almirantazgo— relató después que la embarcación se fue a pique con todas sus riquezas como consecuencia de una fuerte explosión originada en la misma embarcación.

No se sabe muy bien si se trata del depósito de pólvora llamado Santa Bárbara, que por alguna chispa estalla, o si en el intercambio de cañones explota el barco y por eso su hundimiento.

Esta caída duró, según narran a su regreso, 'el tiempo en que se pudiera rezar un credo'. Y los británicos no consiguieron nada del tesoro, que ahora está en aguas colombianas y busca ser explorado.

Esta historia que asombró a Florentino Ariza, según cuenta García Márquez, años después de escucharla 'le alborotó las ansias de rescatar la fortuna sumergida para que Fermina Daza se bañara en estanques de oro'.

Relatos que fueron retomados esta semana en un conversatorio desarrollado en el Museo Mapuka de la Universidad del Norte. Allí un grupo de expertos recordó la importancia de esta 'cápsula del tiempo' encontrada en nuestras aguas.