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Cuando Ezequiel le contó a su hermano menor las razones por las que no podía separarse de Sasha, una canina de raza siberiana, le explicó que el motivo eran sus ojos. Él había contraído VIH y desde entonces nadie lo miraba de la misma forma, excepto su mascota que seguía teniendo en sus ojos la misma admiración de siempre, sin importar que estuviera 'sano o enfermo'.

La historia de Sasha y Ezequiel fue contada por el escritor argentino Antonio Santa Ana en la novela Los ojos del perro siberiano, un relato de amor canino en el que la siberiana fue la compañera fiel del amo hasta su último día y que evoca a la perfección esa lealtad de los perros de la que tanto se habla.

Valor que entienden Jorge Manco y su esposa, dueños de una pug que lleva por nombre Mela, y que se ha convertido en la compañera de aventuras de la pareja desde hace cuatro años, justo cuando su hijo decidió partir de la ciudad.

Cada día, cuando el reloj marca las 11:45 a.m., Mela empieza a recorrer su casa con saltos, agitar su cola y esperar con ansiedad que la puerta se abra para ver a Jorge entrar a la casa.