‘Nito’ era el diminutivo de hermanito. Así como se llamaban todos los de su generación en la familia mientras jugaban. Rafael Montaño Cárdenas, su nombre de pila, siempre fue un hombre de arte. Quizá lo llevaba en las venas, era parte de su genética. Algunos en su familia escogieron danzar, esos fueron los que fundaron el Cipote Garabato, pero él optó por ser 'artista integral'.
Nunca dudó de ser la Vida. Y podría ser en referencia a aquella lucha con la muerte en la danza del Garabato. Pero él iba más allá. Era un hombre de pinturas, teatro, mimos, sonrisas y baile.
Su garabato siempre llevaba cintas y el poder de vencer la guadaña, su pareja de baile era la muerte, a la que siempre le ganaba... O por lo menos los últimos 28 años, hasta este sábado, cuando ella fue más fuerte que él y lo venció a través de un infarto durante la izada de bandera del Cipote Garabato.
Hernán Pernett, primo de ‘Nito’ y director de la danza, ahora lo llama la 'Vida eterna', y con eso convierte a su entrañable cómplice en un vencedor perpetuo sobre la muerte.
Podríamos seguir hablando de lo paradójico del hecho de morir durante el enfrentamiento con la muerte, pero el Rafael que conocieron muchos era más que una capa y el show de lucha.
Era Vida en la Vía 40, pero también en el garaje de su casa cuando se reunía con sus amigos, que lo llamaban ‘Nito show’, y quizá era la mejor versión cuando educaba a los niños.
Esos pequeños lo despidieron ayer entre lágrimas acercándose al ataúd para darle un adiós, no el último, como muchos dirían, solo uno que lo alejaría en cuerpo presente, pero que ese espíritu alegre y motivador lo haría estar siempre a su lado.
'Era divina persona, siempre esperábamos que él llegara para alegrar a la familia', recordó Pernett. 'Supo siempre defender al grupo de la muerte. Él era esa Vida que siempre nos estaba protegiendo. Sin querer en su última presentación en plena escena, cuando ya se iba a iniciar la lucha, es cuando se cae'.
Él, de 61 años, estaba en el ataúd con su traje de camisa amarilla, babero decorado, sombrero blanco y cara pintada. Murió y se despidió siendo un artista, el mismo que el sábado, horas antes de ir al parque José Martí, donde se desarrollaría la izada de bandera, estuvo ensayando y grabando junto a los pequeños de la Fundación Vive el arte.
'Nos vamos a ganar un Oscar', le dijo con emoción a Manuel Villanueva, representante legal de la fundación, refiriéndose a que conseguirían un Congo de Oro en el Carnaval de Barranquilla con una comedia musical.
'Ayer (sábado) salió más contento que nunca porque hizo un trabajo con niños con síndrome de Down, estábamos grabando un video. ‘Nito’ era el mejor de todos los profesores de arte integral que existen en la ciudad. Allá arriba debe tener un alboroto, porque así era él', dijo.
Para él, el arte era una herramienta pedagógica para transformar a un ser, hacerlo integral y útil a la sociedad. Eso fue tal vez lo que hizo que todos se consideraran sus hijos, esos que biológicamente no tuvo, pero que el destino y su trabajo le regalaron.
También actuó en el programa de trabajo por la población vulnerable de los programas Niños del Semáforo a la Escuela. 'Decía que la carencia afectiva de los niños de la calle podía transformarse a través del arte. De esta manera él contribuyó a la recuperación de los niños desamparados en esta ciudad, consiguiendo a través de la guitarra, las canciones infantiles y los títeres, redimirlos del miedo social. Así salieron de la calle muchos niños', sostuvo Ingrid Vergara Peralta, amiga.
A muchas de sus estudiantes les decía de cariño algún apodo, era su apoyo y las hacía confiar en sí mismas. 'Confiaba en nosotras muchísimo. Era un profesor alegre que nunca se rendía, para nada. No nos dejaba caer en las dificultades', dijeron entre lágrimas Isabella Robles, Andrea Zúñiga, Giselle Larrada y Rosa Zúñiga, de 10 y 11 años.
Nunca desconfió de ellas, contaron. Y si algo salía mal, les extendía una mano para que se levantaran. 'Un día me dijo que siempre iba a confiar en mí a pesar de mi peso, que él me iba a ayudar en todo. Nunca desconfió de lo que yo era', contó Giselle.
Ahora, en el cielo, donde ellas están convencidas llegará, 'él estará muy alegre y verá todas presentaciones'