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Teresita Vásquez aguardaba cada noche, en la hacienda de sus padres en Caldas (Antioquia), las historias del tío conejo que contaba y dramatizaba Andresito, uno de los campesinos del pueblo. 

Andresito trabajaba en la cementera en la mañana, arreglaba el jardín en la tarde y salía después a correr, brincar y revolcarse como un conejo loco, mientras 'los diez hermanos, tres primos huérfanos, padres y vecinos se maravillaban de oírlo y verlo', recuerda Teresita, más conocida como la abuela de los cuentos. 

'Mi abuela materna y mi padre también me contaban muchos cuentos cuando era niña. Crecí con ellos y eran mi mayor fantasía. De alguna forma tenía que terminar en esto', dice Teresita, la cuentera mayor del Festival Internacional de Cuenteros El Caribe Cuenta que se celebra por estos días en Barranquilla.

Teresita –no le gusta que le digan Teresa– parece salida de clásicos como Caperucita roja, algo que algunos niños, en medio de su ingenuidad, le han preguntado al verla soltando versos, cuentos y leyendas detrás de su falda, gorro y chal. Teresita les responde, entre risas y para no romper el hechizo de las historietas, que sí se trata de ella. 

Agujas y rompecabezas

Cuando no está tejiendo relatos por Colombia o algunos países de Latinoamérica, Teresita pasa los días tumbada en su silla reclinable de cuero. Una silla que, bromea, 'ya le estoy celebrando los 15 años y me preocupa que pasar tirada ahí no sea ningún hobby sino alguna enfermedad, vicio, adicción o una cosa de esas'.

En su hogar en Medellín, la ama de casa y cuentera, madre de cuatro hijos y abuela de seis, se entretiene armando rompecabezas (tiene más de 25, de 300 y hasta 3.000 piezas), llenando crucigramas de periódicos sin necesidad de googlear, tejiendo con dos agujas y asistiendo a los encuentros musicales de sus amigas de la Iglesia.

'Soy un ser humano muy feliz', asegura Teresita.

Pero –como en toda historia– ese sabor dulce de una vida que ella considera plena llega después de los tragos amargos. De joven, Teresita soñaba con estudiar y ser una profesional en literatura, algo a lo que renunció tras cumplir, en la víspera de sus 21 años, otro de sus anhelos: casarse.

'Me casé joven y comencé a tener hijos. Me habían enseñado en mi casa que tenía que ser mamá y esposa, así que yo cuidaba a los niños y mi marido nos sostenía. Tenía una familia preciosa y yo estaba muy enamorada hasta que un día, al llegar a los 25 años de casados, mi esposo me sentó en un sillón y me dijo 'no vamos a celebrar las bodas de plata porque yo a usted no la quiero y me voy de casa. Fue durísmo y casi me muero', recuerda Teresita. 

En aquel entonces, su madre y sus amigas le aconsejaban que aguantara, que más moscas caían en un tarro de miel que un tarro de hiel y que no encontraría después un buen marido como ese, así que Teresita intentó recuperar su matrimonio durante un año. 'Hasta que me convencí de que él no me quería y decidí salir adelante'. Tenía 46 años.

A partir de ahí, Teresita se inscribió en todos los talleres, cursos y concursos de literatura y cuentería que veía. Quedó finalista del festival Vení Contá (1999), participó del Festival de Poesía Ciudad de Medellín (1991), del Festival Entre Cuentos y flores (2000), fue invitada del Festival Internacional de Cuenta Cuentos en Chile (2003) y se graduó en Literatura de la Universidad Pontificia Bolivariana de Medellín (2008). 

'Ahora tengo 81 años y más de 20 contando. Soy la abuela de los cuentos y no he encontrado a nadie mayor y ojalá que no lo encuentre para que no me quite el puesto'.