Por Marcela McCausland
Con mucho esfuerzo y la ayuda de su tía Ana, Hernán subía a la ventana de su casa con vista a La Albarrada –esa calle pintoresca junto al Río Magdalena, la arteria fluvial más grande de Colombia–, y desde ahí conocía las dinámicas de su ciudad natal. Donde son más importantes los nombres de las casas que los números, donde el queso no se vende en cubo ni tajado, sino en capas, y donde las remembranzas de un niño curioso se anudan a la realidad del artista que es hoy Hernán Zajar, un contador de historias visuales que siempre tienen inicio en Santa Cruz de Mompox.
En el marco de la octava edición del Mompox Jazz Festival, el diseñador Hernán Zajar convirtió las baldosas sobre las que aprendió a caminar en vestidos de seda. Las frutas que llevaban los campesinos a las plazas en bolsos tejidos en croché y pedrería. Cambió las plumas de las gallinas por palma de iraca y el burro en el que las transportaban por las manos de las modelos en esa noche de fiesta momposina.