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'El problema del Premio Nobel es que siempre se otorga a científicos de más edad, lo que da la impresión a la gente de que la investigación es realizada por personas mayores', dice a la AFP uno de los tres ganadores del Premio Nobel de Medicina 2019, el estadounidense Gregg Semenza. 'Pero no es el caso: éramos jóvenes cuando hicimos nuestros descubrimientos'.

Semenza, de 63 años, es director del Programa de Investigación Vascular de la Universidad John Hopkins en Baltimore, Estados Unidos. Tenía 39 años cuando publicó el descubrimiento que le valió el galardón. El hallazgo desarrolló todo un campo de investigación sobre cómo las células del cuerpo usan el oxígeno.

'Solo tienes que contener la respiración para darte cuenta de que no puedes prescindir del oxígeno durante mucho tiempo', explica por teléfono unas horas después del anuncio en Estocolmo que le dio entrada al club de científicos Nobel.

'Cada célula de tu cuerpo necesita oxígeno continuamente', prosigue. 'Millones de células funcionan y reciben exactamente la cantidad de oxígeno necesario. El sistema que descubrimos es el mecanismo molecular de todo esto'.

Él y sus colegas no imaginaron en ese entonces que el descubrimiento tendría tantas aplicaciones contra el cáncer, enfermedades cardiovasculares u otras patologías.

Uno de los usos más concretos conciernen a las personas con enfermedad real crónica, que hoy reciben tratamiento con inyecciones de EPO, algo relativamente duro y caro.

Cuatro ensayos clínicos están en marcha, con 25.000 participantes, con una píldora sencilla que reemplazaría estas inyecciones. Estas píldoras 'activarían' el sistema descubierto en 1995.

Formado como médico e investigador, Semenza enfatiza que siempre se ha fijado el objetivo de 'construir puentes entre los dos mundos' y de 'traducir los descubrimientos científicos en nuevas terapias'.

Al mismo tiempo, admite que 'algo tan fundamental habría sido descubierto tarde o temprano' por otros investigadores.

El profesor suscribe una parte de las críticas contra el Premio Nobel, que distingue a un puñado de científicos ignorando potencialmente a otros que también han contribuido de manera importante.

'Tan pronto como eliges a algunas personas, es una decisión arbitraria', dice.

Por otro lado, 'la ventaja es que se pone en relieve la ciencia, porque la gente no escucha mucho sobre ciencia en general, especialmente en Estados Unidos'.

Sobre la cuestión de la edad avanzada de los ganadores, insiste en que son los jóvenes investigadores quienes hacen los grandes descubrimientos. Señala que, en su laboratorio, emplea a una decena de investigadores, incluidos estudiantes de doctorado y posdoctorado, que entre todos publican entre cinco y diez artículos científicos por año.

¿Cómo cambiará su vida de investigador tras el Premio Nobel? 'No puede ser malo, eso es seguro', responde. Sin duda, las publicaciones analizarán más de cerca los artículos procedentes de su laboratorio.

Esto 'valida el campo' de la investigación con personas que no entenderían su importancia.

El premio ayuda a las personas a 'comprender que la investigación fundamental puede conducir a nuevos tratamientos para las enfermedades, y es por eso que la investigación básica debe ser financiada'.

'El descubrimiento de muchas terapias innovadoras proviene de puntos de inflexión inesperados en proyectos que originalmente eran investigaciones muy básicas', concluye.