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Por Fausto Pérez Villareal Especial para EL HERALDO

Me encontraba en Guaymaral, el acogedor corregimiento de Córdoba, municipio del departamento de Bolívar, cuando escuché por primera vez el nombre de Nelson Ned.

Era 1971 o 1972. Yo tenía entonces seis o siete años, y estaba disfrutando de esas maravillosas vacaciones con mi inolvidable abuela María, en la cocina de la derruida casa construida con estiércol de ganado vacuno.

Las imágenes del entorno prevalecen nítidas en mi memoria: el arroz hirviendo en un fogón rudimentario de piedras y leña, improvisado sobre el piso de tierra dura y desnivelada, techado de palma amarga y sostenido apenas por seis rústicos horcones.

Recuerdo el perro, las gallinas y los cerdos merodeando y la inesperada llegada de mi papá, procedente de Cartagena, con la revista más apetecida de la época en sus manos: Vea.

Con instintiva rapidez le arrebaté a mi padre la publicación y me asombré con la fotografía de la portada: un hombre diminuto de abundante y ensortijada cabellera que lucía en el pecho un medallón grande.

—¿Y quién es él? —le pregunté, intrigado, a papá.

—Un enano que canta y que es la sensación en el continente —me respondió.

—¿Y cómo se llama?

—Nelson Ned, y le dicen ‘El Pequeño Gigante de la Canción’.

Esa misma noche, en el viejo radio Phillips de tubo —encendido con baterías, pues el pueblo carecía de electricidad— mi padre continuó con su labor pedagógica: 'Ese es Nelson Ned', dijo, señalándome el aparato transistor. Estaba sonando en ese momento una bella canción cuyo estribillo se quedó eternizado en mi memoria: 'Quien me ve llorando/ notará que estoy amando/ pues de verdad yo también soy/ sentimental…'

Era, por supuesto, Yo también soy sentimental.

Confieso que quedé prendado de aquella voz varonil, cadenciosa y dulce. La música de Nelson había logrado construir un nicho en medio de los acordeones de Juancho Polo Valencia, Alejandro Durán y Alfredo Gutiérrez.

—¿Cómo es posible que un enano cante así?, fue lo único que se me ocurrió articular en aquel momento de inocencia. Después, con el correr de los días y las semanas, llegaron a mis oídos más canciones: Si las flores pudieran hablar, Daría todo si estuvieras aquí, Nostalgia del primer amor, Olvida corazón olvida, La Biblia, El tiempo borró, No tengo la culpa de ser triste, Me gustas tanto, Déjame si estoy llorando y muchas más.