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Paradójicamente, en un pequeño taller ubicado en el barrio San Isidro en Barranquilla, Jorge Altamiranda ha creado desde los años 50 sus reconocidas Gigantonas.

Y es que el espacio de lo que él llama su 'zona de trabajo' no ha sido una limitante para que este hombre despliegue su imaginación y construya sus enormes estructuras, que han llegado a medir hasta más de tres metros de altura. 'Estas son mis ‘cantúas’, mis mujeronas bien grandes', dice.

Sin embargo, este líder de la tradición, a sus 91 años, está en la búsqueda de quien continúe con su legado. 'No sé qué voy a hacer. Tengo nietos, pero le paran bolas por un momentico y luego se aburren. La cosa está difícil para que siga la tradición', expresa con un suspiro.

De Joselito a las muñecas. Siendo apenas un niño, Jorge heredó la tradición de su padre, llamado también Jorge Altamiranda, quien era un escultor y pintor consagrado y se divertía creando parodias políticas en los desfiles del Carnaval. A los 22 años, el creador de Las Gigantonas se casó y fue su esposa quien le ayudó a coser los enormes disfraces. 'Yo laboré unos años en cuatro telares para industrias Marisol. Después me metí al Carnaval y me sirvió de mucho, porque ganaba por la publicidad de las muñecas', cuenta Jorge.

En 1948, sin el consentimiento de su padre, este hombre decidió salir en un primer desfile creando un Joselito Carnaval, que disfrazado de cumbiambero y picando el ojo con su sombrero salía a bailar todos los días de la fiesta por el antiguo Paseo Colón. 'Yo hice a Joselito Carnaval parrandeando los cuatros días antes de su muerte', recuerda.

Con este invento su creador obtuvo el primer lugar en la competencia de disfraces y se ganó 200 pesos.

Al año siguiente salió con otro muñeco al que llamó Rey Momo con capa, corona y un cetro en la mano.

Pero fue a petición de una marca de cerveza que Jorge construyó, por primera vez, a una mujer. 'Fue en 1950 que comencé con las muñecas. Ellas llamaron la atención del público y las que más recibían los aplausos de la gente, porque meneaban la cadera'.

Jorge pasó dedicado a sus muñecas todo el año debido a los contratos que recibió para llevarlas a diversos festivales en todo el país. 'Eso me sacó de Barranquilla e iba a muchas partes. Estuve con ellas en Bucaramanga, Cali, Medellín y hasta llegué a San Andrés con este invento'.

Todavía hoy recuerda el investigador César Martínez, quien escribió el libro sobre la tradición de los disfraces de Carnaval, que Las Gigantonas siempre han sido un disfraz colectivo emblemático de la fiesta. 'Estas enormes muñecas junto a los Enanos de Café Almendra Tropical eran quienes abrían los desfiles de Carnaval. Sin ellos no arrancaba la Gran Parada', señala el autor.

Entre la rubia y la morena. Actualmente, Jorge se ha quedado con dos muñecas, una rubia y otra morena. 'Yo tenía otra gigantona, pero la tuve que archivar porque se portaba muy mal', agrega el creador en medio de risas.

Un mes le toma armar cada una de estas estructuras, que están compuestas de varillas gruesas, alambres, madera, cartón y almidón para hacer el papel maché.

Miden dos metros y medio, cada una pesa 20 kilos y están compuestas por tres partes: cabeza, tronco y caderas. 'Es un diseño original que tiene 67 años de prueba', dice su inventor, y añade: 'me gusta ver que por donde van pasando reciben los aplausos del público. Esa es la mayor recompensa para mí como creador'.

En la actualidad, es su hija Carmen quien se encarga de tener siempre 'a la moda' a estas muñecas, la rubia llamada Timotea y la de cabello castaño es Fedora, cuyo creador asegura que la inspiración de sus rostros proviene de las reinas de Carnaval. 'Ellas son quienes me inspiran', dice.

Son hombres los encargados de hacerle este homenaje a la mujer del Caribe. Cada muñeca es levantada por dos curramberos, que se turnan para poner a bailar sus caderas durante el desfile a ritmo de una sonora papayera. 'Sale el que se cansó y se mete el descansado', explica Altamiranda.

Para el investigador de Carnaval Danny González, docente de la facultad de Bellas Artes de la Universidad del Atlántico, Jorge Altamiranda pone a desfilar en las calles personajes que poseen influencias de la cultura europea. 'Como los gigantes de las fiestas ibéricas o la famosa ‘La Gigantessa’ de la película Casanova, de Federico Fellini (1976), o el Gigante del libro Los viajes de Gulliver, de Jonathan Swift (1726), que componen el imaginario de la literatura, las artes y el cine. En ese sentido, el valor de Las Gigantonas en el Carnaval, se encuentra en su contribución de la puesta en escena de lo popular, que se apropia la calle'.

Con ocho Congos de Oro ubicados en un altar privilegiado en su casa, este hacedor reconoce que 'las mujeres han sido parte vital de mi vida, me han dado qué hacer y prácticamente dos muñecas me han mantenido'.

El año pasado, Jorge lamentó no haber podido desfilar toda la Batalla de Flores. 'Estaba cansando. Tomé un taxi y me regresé a mi casa. Tuve que dejar a las muñeconas sueltas en Carnaval', sostiene.

El secretario de la asociación de Líderes de la Tradición del Carnaval de Barranquilla, Wilfrido Escorcia, destaca que Jorge Altamiranda hace parte de los hacedores que tienen más de 50 años ininterrumpidos aportando a la celebración. 'Queremos que a Jorge le hagan un merecido homenaje en vida, para este creador que todavía preserva el legado del disfraz colectivo que enaltece a nuestra mujer Caribe'.

A sus 91 años recién cumplidos en diciembre del año pasado, con sus 6 hijos, 13 nietos y 2 bisnietos, este hacedor no deja de soñar con que sus muñecas hagan parte de una muestra de Carnaval que viaje a otros países. 'Quisiera poder viajar con mis muñecas al exterior y llevarlas fuera del país para que las conozcan en otras partes'.

En una época en la que las tallas grandes y las mujeres voluptuosas reinan un mundo donde 'las caderas no mienten', estas gigantonas se alzan para reivindicar la belleza de sus formas. 'Este es mi homenaje monumental a la exuberancia de la mujer de la Costa y con ellas he sido muy feliz', concluye el hacedor.