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Entre el 1o. de enero y el 30 de agosto, la línea 123 de la Policía Nacional recibió este año 51.999 reportes de riñas en las 5 localidades de Barranquilla, siendo la de más alta incidencia la localidad Suroccidente con 11.366 llamadas, según informe del Sistema de Información Unificado del Distrito.

El año pasado en ese mismo período en realidad se recibieron casi 20 mil más. Sin embargo, la situación no deja de poner en jaque a las autoridades, que se ven en aprietos para atender peleas entre vecinos, agresiones en el hogar, enfrentamientos de pandillas barriales, guerras campales a las salidas de los colegios, entre muchos otros, además de los casos delictivos propios de una ciudad que, como la nuestra, enfrenta crecientes problemas de orden público, como muchas otras de Latinoamérica.

El tema es abordado desde distintas miradas en este sexto Tinto del Domingo por una psicóloga especialista en traumas relacionados con la violencia; un abogado que dirige hace 11 años la Casa de Justicia del barrio La Paz –en el Suroccidente, la zona más ‘caliente’ de Barranquilla– y una filósofa experta en violencia de género.

Edith Aristizábal Diazgranados
PhD en psicología. Coord. de la Unidad de Salud Mental del Hospital Universidad del Norte.

Crece violencia entre vecinos. Barranquilla ha tenido un cambio bastante fuerte, pues hace 10 años, por ejemplo, lo más evidente era la violencia doméstica, es decir, entre la pareja y de los padres hacia los hijos. Hoy los hijos golpean a sus padres y a otros adultos, y la mujer también agrede a su pareja con mayor frecuencia. Sin embargo, en los últimos cinco años, estimo, he visto un incremento muy fuerte en las riñas entre vecinos, en el barrio. Antes, por diez casos de violencia doméstica veíamos uno de riña callejera, mientras que hoy es a la inversa esa estadística.

Tolerancia y saber esperar. Cuando le pregunto a los chicos de una escuela que cuál es el motivo por el cual pelean, con frecuencia me dicen: me atacan porque son negrita, porque soy gorda, porque no soy inteligente… Siempre, como denominador común hay una diferencia. La poca tolerancia a lo diferente está haciendo difícil la convivencia tanto dentro de la familia como fuera de ella. Pero tampoco hay tolerancia a la espera y al tiempo del otro. En nuestra generación aprendimos a esperar, a solicitar un libro en la biblioteca, a ir por él; ahora el libro les baja en segundos y si se demora unos minuticos se empiezan a desesperar. Algo de lo inmediato que ha favorecido la tecnología nos ha hecho desesperados.

Papás asustados. Estos problemas de convivencia están motivados por aspectos familiares y sociales. En lo familiar he visto, primero, que los papás tienen en algunos casos que delegar la crianza de sus hijos en personas que a veces no solo elegidas desde el conocimiento de sus criterios morales, éticos y de personalidad. Pero también observo en ellos un cierto temor al educar al hijo, pues no sabe cómo hacerlo. Entonces, veo a unos hijos muy conocedores de sus derechos, pero con muy poca claridad de sus deberes y obligaciones. Y veo a un padre que es como si no pensara en que hay otras maneras de corregir distintas del maltrato. Desconoce formas alternativas como la conciliación, el acuerdo y el compromiso.

Factores sociales. En término de lo social se evidencia una falta de confianza en la autoridad, en las instituciones. Las personas conocen mal los mecanismos de acceso al cumplimiento de sus derechos y, además, hay poca confianza en ellos. Lo otro es la llegada de muchas personas a Barranquilla por las oportunidades de empleo que la ciudad ofrece. Entonces, esa intolerancia a la diferencia de la que hablaba, cuando llega gente de afuera con otra mentalidad, otras costumbres, pues se intensifica, porque el que viene es muy diferente al que está aquí.

Cómo conciliar las diferencias. Ese es el punto por el que hay que empezar, cómo atender un desbordamiento, cómo contener una emoción, cómo lograr que la palabra vuelva a ser el instrumento para ponernos de acuerdo. Es que como medio de solución de los problemas, la palabra ha ido perdiendo efecto: mejor es el golpe, un acto violento. Entonces, si mi vecino me pone problema, yo también le doy; si grita, yo grito más; si él me da, yo le doy el doble. No se busca una mediación porque no se cree en ella. En los barrios hay conciliadores, pero algunos creen que no funcionan y optan por las vías de hecho. Y esto se replica en todo: en la pareja, en la familia, en el barrio, la escuela y en lo social. La vía de hecho está privilegiada por sobre todas las cosas.

Armando Castro Barraza
Abogado, espec. en gerencia pública. Coord. de la Casa de Justicia de La Paz

Múltiples factores. Hay muchos factores que tienen que ver con esta violencia generalizada en Barranquilla. Mirando las estadísticas de lo que a diario se recibe en la Casa de Justicia, los principales son el alcoholismo, la drogadicción, la falta de empleo y la infidelidad de algunos de los miembros de la pareja, entre otros.

El caso del Suroccidente. Atendemos unas 180 personas cada día y entre el 50 y 60% de ellas acude por violencia, que son casos que se direccionan al ente competente, como los inspectores, la comisaría de familia y la fiscalía, mientras que los más leves en los que hay buen ánimo entre las partes van a los conciliadores en equidad, que atienden los casos en los que la gente llega en forma voluntaria a resolver una situación con el vecino. Cuando el caso es más crítico toca recurrir al amparo policivo para que cesen las agresiones de alguna de las partes. El radio de acción de la Casa de Justicia llega a 75 barrios, de los cuales hay 50 en situación crítica, pero en realidad atendemos a un centenar, pues llega gente de Galapa y Puerto Colombia, entre otros municipios. Los barrios que más demandan nuestros servicios son Las Malvinas, El Boque, La Paz, El Pueblito, Los Olivos, La Pradera, La Manga, Siete de Abril y El Porfín, entre otros que tenemos focalizados.

Como una olla a presión. Creo que es urgente hacer intervención y prevención en la familia, para que el sector, la ciudad y el país mejoren. Si no es así, será el caos total allá. No podremos controlar el sector. Esta es una zona que ha recibido a todos los desplazados que han llegado de diversos lugares de la Costa y ellos traen también sus problemas personales y colectivos. La gente quiere salir de su pueblo a como dé lugar y ven a Barranquilla como la solución. Al llegar aquí se acomodan como sea, en la orilla de un arroyo, invadiendo terrenos, armando un cambuche... Hay que ver cómo se controla ese flujo, porque de lo contrario el sector va a colapsar. Es que el Suroccidente es como una olla a presión.

Lo social, la mejor inversión. Afortunadamente las vías están siendo pavimentadas y esto mejora la calidad de vida de la gente. Yo me conozco todo el Suroccidente de Barranquilla y he visto sectores que como les han pavimentado las calles, la gente se ha esmerado por arreglar sus casitas, haciendo paredes de bloques, pintándolas, en fin. Parece simple, pero la inversión social mejora la calidad de vida de la gente y sus niveles de convivencia y, siento que con esto baja el nivel de violencia, se sienten parte de la ciudad y se integran más entre ellos porque mejoran las relaciones. En este sentido tengo que destacar la gestión del padre Cirylo y su obra CeCamilo, que han hecho un trabajo excelente.

¿Sirven las estrategias? Todas estas programas y estrategias como la restricción del consumo de alcohol, la Hora Calabaza, la entrega de armas, atención a pandillismo, entre otras, surten efecto pero solo si son permanentes, continuos, sostenidos en el tiempo, independientemente de quien sea el alcalde. No son procesos a cuatro años, no, esto debe ser a largo plazo. En 15, 20 años se verán los efectos. Los procesos sociales dan con acciones sostenidas, no con medidas repentinas que desaparecen con cada administración.

Dayana De la Rosa Carbonell
Mag. en filosofía. Docente e investigadora del grupo Mujer, Género y Cultura de Uniatlántico

Un antivalor. La violencia, que obviamente es un antivalor, se ha convertido en estos tiempos en un valor; y esto no es de ahora, lo que sucede es que ahora es que estamos recogiendo los frutos de todos esos procesos de décadas de violencia acumulada, que ahora se muestran de una manera más cotidiana. Antes esa violencia estaba focalizada en otras regiones, pero en Barranquilla no estábamos acostumbrados, pues aquí vivíamos como en una burbuja, en un paraíso, además de que el Carnaval también permite que uno tenga una especie de salida.

¿Intolerancia o delito? Se cree que ser tolerante es ser capaces de aguantarse al otro, pero la tolerancia es aprender que yo no quiero hacer con otros lo que no quiero que hagan conmigo. Se trata de un valor de doble vía, pero nos han enseñado que es en una sola vía. Y que es soportar. En este sentido, pienso que los medios de comunicación están fallando porque cuando hay un acto vandálico, violento, punible, lo llaman intolerancia. Entonces, en el acto del joven que se voló las barandas del Transmetro y que mató al funcionario que le llamó la atención, los medios dijeron que había sido intolerancia. No señor, ahí lo que hubo fue un homicidio. La medida, el valor para medir esa situación, no fue la tolerancia. Ahí le quitaron la vida a otra persona, fue un asesinato. Y el chico que lo cometió merece el peso de la Ley y sanción social.

Pensar éticamente. Además de los imaginarios, del elemento cultural y de la tendencia histórica, considero que otra causa de todas esta situaciones es la falta de formación en ética: que realmente se nos enseñe a pensar éticamente, a tomar decisiones prudentes y racionales y que se le quite esa carga religiosa al tema, porque lo religioso tiende a ser permisivo, ya que se dice que uno peca, reza y empata.

Violencia contra mujeres y niños. Respecto a la mujer pasan varias cosas: en el imaginario colectivo subsiste la idea de que el cuerpo de ella le pertenece al marido y a la sociedad. Al marido, porque se casa con ella, y a la sociedad, porque a través de ella hay vida y la vida permite el desarrollo de esa sociedad. Entonces, todos estos movimientos que he citado la golpean a ella y no ha valido ni que generen vida, ni nada, sino que la violencia ha transversalizado a toda la sociedad, y la mujer no ha sido ajena a eso. Los niños, por su parte, no han sido reconocidos como otro en dignidad, con menos edad, más pequeños, pero igual a uno.

Más educación. Considero que la educación es la única forma que avanzar en este tema, de reducir todas estas expresiones de violencia. Las medidas que se anuncian de parte de las autoridades solo son medidas de choque, como una reacción a lo que está ocurriendo. Hasta cierto punto son necesarias, pero dan resultados momentáneos. Si queremos transformación social debemos pensar en estrategias que involucren, por un lado capacitación y acción social, y por el otro la educación, que necesariamente debe involucrar la enseñanza de la ética para que, a 10 o 15 años, los comportamientos sociales sean distintos. Los jóvenes no solo van aprender a pensar razonable y prudentemente, sino que van a tomar decisiones justas. Solo así se va a evidenciar a mediano plazo un mejor comportamiento social.