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Pese a las inversiones que tanto el Gobierno nacional, como el local, han venido haciendo en los últimos años para ampliar cobertura, cualificar la planta docente, construir y mejorar infraestructuras educativas y focalizar esfuerzos en poblaciones vulnerables, la calidad de la educación pública sigue siendo una tarea pendiente, tal como lo demuestran una y otra vez las pruebas Saber, en el plano nacional, y las Pisa en el internacional, donde los estudiantes colombianos siguen saliendo mal librados. (Ver infografìa Instituciones educativas por localidad).

Los expertos invitados a analizar el tema en el Tinto del Domingo coinciden en que se trata de un problema complejo en el que la solución debe ser integral, comprometiendo a todos los actores del sistema: maestros, alumnos, padres de familia y Estado.

Para Jorge Torres Díaz, premio Compartir a Mejor Rector, el foco debe ponerse en el maestro; Julio Martín Gallego, director ejecutivo de la Fundación Promigas –que centra su trabajo en la calidad educativa– recomienda forjar una nueva cultura escolar con todos los actores del sistema, y Fernando Cabarcas Charris, economista especializado en el tema de educación, dice que urge une reforma educativa estructural.

Fernando Cabarcas Charris

Economista, Mg. en economía. Profesor, investigador del grupo Economía de la Educación en Uniatlántico. Exvicerrector de docencia.

De menor calidad. La literatura económica en investigaciones que se han hecho sobre educación en Colombia lo que han encontrado básicamente es muy evidente: que la educación pública es una educación de menor calidad que la educación privada y que tiene un sinnúmero de problemas hoy que hacen necesario que se rediseñen las políticas públicas alrededor de la educación.

Mejoró la cobertura, pero... Antes se pensaba que el problema de la educación tenía que ver, fundamentalmente, con la cobertura, el acceso y el número de plazas que el sistema educativo podía ofrecer. Pero en Colombia los últimos gobiernos han incrementado las tasas de cobertura bruta y de cobertura neta. En educación básica primaria estamos hoy en los niveles universales, es decir, al 100%, aunque hay problemas en algunas regiones. En educación superior ha aumentado, aunque no tanto como se pudiera esperar. Pero el verdadero problema de la educación pública hoy es la calidad, que es un atributo que tiene ese sistema y que da unos resultados en los egresados de las escuelas y de las universidades que son medidos en los términos que ellos pueden aportar en los procesos productivos y ciudadanos al desarrollo del país.

Un círculo infernal. Se ha encontrado que los niños que van a la educación pública son los de menores ingresos y resulta que esa educación pública tienen resultados deficientes en términos de calidad. No lo digo yo, lo muestran los resultados de las pruebas internas, las Saber 11 –antiguas pruebas Icfes-. Luego, esos niños que salen con muy mala formación, con problemas de lecto-escritura, de competencias lógico-matemáticas y muchas deficiencias en las ciencias básicas van a tener dificultades de acceso a la educación superior, e irán a trabajar por salarios menores a los que reciben aquellos estudiantes que recibieron educación de mejor calidad. Y posteriormente los hijos de esas personas repetirán el círculo vicioso de caer en un sistema de pésima calidad e ir a un mercado donde se le remunere mal. Y de ese círculo infernal no saldrán si no se rompe a tiempo con la trampa mortal en la que miles de estudiantes de los estratos 1, 2 y 3 en Colombia salen con una educación deficiente.

Lecto-escritura, lógica matemática y ciencias. La entrega de becas va por buen camino, pero no resuelve el problema. Aumentar el tiempo de permanencia en la escuela es bueno, pero tampoco resuelve si se le enseña al muchacho más de lo mismo. Ese tiempo adicional debe destinarse a fortalecer las competencias con una educación que ayude a resolver problemas y que sea vivencial, como el modelo finlandés, en el que el joven resuelva problemas asociados a su vida, para pasar a un nivel mucho más alto de abstracción y de complejidad mental. Debería aprovecharse en lecto-escritura, que es una necesidad transversal. El 50% de los jóvenes que salen de la primaria no saben leer en sentido estricto –posiblemente saben pegar letras, pero no saben hacer una lectura crítica, analítica, que les permita inferir. Y quien no sabe leer, no sabe pensar, ni sabe resolver problemas–. Lo otro es el pensamiento lógico matemático y las ciencias básicas, que son dos áreas clave para avanzar como Nación.

Jorge Torres Díaz

Maestro normalista. Exdecano de Trabajo Social U. Simón Bolívar. Rector del Colegio Metropolitano Soledad 2000. Premio Compartir como Mejor Rector de Colombia en 2014

Pedagogía de la pobreza. Observaba en la Universidad del Atlántico y en la Universidad Simón Bolívar, en las que fui profesor, que los resultados de los muchachos eran académicamente muy bajos y uno se preguntaba ¿por qué sucede esto? Luego de mucho investigar con mi esposa, que también es trabajadora social, dimos con algo que se denomina la pedagogía de la pobreza, que consiste en que a los niños de los sectores más pobres se les están transmitiendo conocimientos muy pobres, se les limitan sus oportunidades porque no hay elementos didácticos, ni estimulación, y además porque el Estado está ausente, no hace presencia en esos sectores. Vimos que así como tienen viviendas pobres, se alimentan como pobres, visten como pobres, se relacionan con los más pobres y también el conocimiento va atado a todo eso. Por eso hablamos de una pedagogía de la pobreza muy internalizada, muy asimilada en la familia en los niños y en los docentes.

La misión del maestro. El maestro no puede estar pensando en que si se gana 2 pesos va a enseñar 2 pesos, y que si le pagan 2 millones, pues que enseñará 2 millones. Cuando un maestro procede así yo se lo digo: está faltando a la ética, a los principios de lo misional, está equivocado en cuanto a su responsabilidad como pedagogo y a su responsabilidad social. Muchos han perdido el valor de lo misional, es decir, han perdido el horizonte. Y esto sucede cuando el maestro no dicta bien su clase porque está cansado; porque como les pagaron tiene que ir a cobrar; porque me duele la cabeza, en fin. Es decir, ese maestro no ama el aula, no ama al niño que va con el deseo de conocer.

Dudas sobre propuestas. Me parece excelente la propuesta de las diez mil becas, pero tengo dudas. El ministerio está colocando profesores del Sena que no son maestros que puedan enseñar y solucionar los complejos problemas de los que estoy hablando. Aunque también me parece excelente lo de las jornadas únicas, la ministra no ha explicado bien esa propuesta, ni por qué los vacíos de esas jornadas deben ser llenados con docentes del Sena que no necesariamente son maestros. Entiendo que se quiera cumplir con una política trazada por el gobierno, pero esa solución va a agudizar la problemática. Además, ese cambio con colegios jornada ampliada genera muchas dificultades porque se necesitan más maestros y más infraestructura.

Invertir en el recurso humano. Sí existen maestros abnegados, con vocación y mística, tanto en colegios oficiales como privados, claro que sí, pero el clima institucional en el sector oficial absorbe a los buenos maestros. Por eso la reforma urgente es al sistema. Y diría que más que maestrías y doctorados al maestro hay que invertirle en manejo de valores y actitudes, didácticas, en talleres que los hagan sensibles, en trabajar el autoestima y en comprender los problemas del niño. ¿Qué hago yo con un PhD en matemáticas que no es capaz de entender por qué un niño no aprende matemáticas en el aula? El problema no está tanto en la capacitación, como sí en lo humano. Tenemos que trabajar más ese aspecto para mejores resultados, porque la gente se compromete más. Ese es el éxito del Colegio Metropolitano Soledad 2000.

Julio Martín Gallego

Ingeniero mecánico. Licenciado en filosofía y teología. Mg. en Educación. Exdirector científico y actual director ejecutivo de la Fundación Promigas.

Trabajo integral. Desde la Fundación pensamos que para poder cambiar el sistema educativo no basta con trabajar con los maestros, sino que hay que tocar la totalidad del sistema. Hoy se viene dando una discusión en torno a que si se buscan los mejores maestros y se les paga muy bien pues entonces está resuelto el problema. Pero esa es una solución simplista, muy reduccionista, ya que el sistema está integrado por las instituciones de educación superior, los propios maestros, los padres de familia, la sociedad civil y por esas instancias del Estado que coordinadamente tienen que apoyar los procesos de educación, y ahí hay un problema gravísimo de articulación, como además lo hay entre los diferentes niveles del sistema: la primera infancia con la educación media, pero también con la educación superior.

Nueva cultura escolar. Pensamos que hay dos elementos clave: el maestro, al que hay que cualificar y con el que tenemos que desarrollar una nueva cultura escolar que tenga en el centro el mejoramiento de los procesos de aprendizaje de los estudiantes y en la que lo medular sea una institución educativa abierta al aprendizaje, porque por mucho tiempo las instituciones educativas estuvieron muy centralizadas en la enseñanza, pero para poder enseñar hay que aprender y, más que eso, estar abierto al aprendizaje. Lo otro importante es fortalecer las capacidades colectivas del colegio. Por ejemplo, el trabajo colaborativo entre maestros es vital, el aprendizaje colectivo es esencial para que las instituciones puedan avanzar. Pensar la institución entre todos los miembros de la comunidad educativa, alinear los esfuerzos, es vital.

El aporte de las evaluaciones. A nivel de las pruebas del Estado, estas miden el desempeño del estudiante, pero ¿qué aportan? Muy poco para identificar por qué el estudiante no aprende, no dan pistas para saber qué podría hacer el maestro para intervenir de manera más efectiva a los estudiantes en el aula. Hay que buscar la manera de que estos sistemas de evaluación que miden desempeño de los estudiantes se complementen con otras medidas de evaluación. Es importante todo lo que se está haciendo con estos sistemas, pero hay que saber redimensionar lo que tenemos.

Formar buenos seres humanos. Por otro lado está la discusión sobre si la formación debería focalizarse en competencias básicas ciudadanas y laborales, o si debería tenerse un enfoque mucho más amplio. Yo soy de los que pienso que la educación del pasado, la actual y la del futuro siguen teniendo como elemento central el formar buenos seres humanos: es decir, hay que trabajar los temas de matemáticas, lenguaje y otras cosas, pero lo medular en la educación sigue siendo la formación, el desarrollo del ser humano en su totalidad.

Buen camino. Soy optimista, porque creo que vamos por buen camino. Avanzamos en el trabajo de unos ambientes físicos mejores, pero hay que complementar eso con unos ambientes de aprendizaje mucho más positivos. Hay que potenciar el espíritu de las instituciones porque eso favorece el aprendizaje. La brecha es grande y hay que hacer unos esfuerzos muy importantes.