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La reciente propuesta del alcalde Bogotá de construir viviendas de interés social en sectores de estrato alto de la capital, a fin de lograr una ciudad “más homogénea” y “menos excluyente” puso sobre el tapete de la agenda pública un tema que inquieta en otras latitudes como es la planificación de las ciudades para atender la creciente demanda de sus habitantes y poder dar albergue a fenómenos migratorios, de desplazamiento y al mismo crecimiento de la población mundial.

En Barranquilla el tema es pertinente porque, por un lado la ciudad atraviesa su cuarto de hora en cuanto al crecimiento de la construcción de viviendas en las periferias y que se fusionan con las poblaciones del área metropolitana. Pero además está el proyecto de renovación urbana en el Centro de la ciudad, en el que ya han sido recuperadas edificaciones de valor patrimonial a las que hoy se les dan nuevos usos y en el que se vislumbran muchas otras inversiones.

Y por el otro lado, están la naturaleza hospitalaria de esta ciudad que no solo acogió en el pasado reciente a grupos de inmigrantes que aquí se asentaron, sino que más recientemente ha sido el centro receptor en la región Caribe de grupos de desplazados que se refugiaron de mil maneras en el área metropolitana. En este contexto, tres expertos analizan el tema en este Tinto del Domingo: un experto en derecho ambiental y urbano, una experta en patrimonio arquitectónico y el presidente de Findeter.

Los casos de tres ciudades que se reinventaron

Bilbao verde.

Bilbao, en el País Vasco, España, se convirtió en una ciudad de servicios para reactivar así el empleo, pues su índice de desempleo rozaba el 25%, a finales de los años 80. La ciudad venía de una aguda crisis por la quiebra de su industria y, en ese escenario se realizó una planificación socioeconómica y urbanística para así convertir la ciudad en un sitio agradable para vivir y mejorar el nivel de renta.

Recuperaron su infraestructura, reactivaron la movilidad, mejoraron su calidad de vida e invirtieron fuertemente en su recurso humano. El entorno del río que la bordea fue transformado por completo, de tal forma que del gris-marrón de la industria la ciudad cambió a verde.

Guayaquil, ciudad cultural.

A pesar de que Guayaquil es de las ciudades económicamente más activas del Ecuador, algunos de sus barrios más antiguos y más distinguidos se habían deteriorado por los años 1980 y 1990. Posteriores administraciones de esa ciudad invirtieron millones de dólares en proyectos de renovación urbana, encaminados a rescatar y embellecer varios distritos de la ciudad y a potencializar su valor cultural.

La renovación incluyó la recuperación de bienes de uso público y de dominio particular o privado. Fue ejemplar la manera como recuperaron el espacio público mediante la reubicación de sus 35 mil ventas ambulantes en 42 mercados sectoriales.

La creativa Londres.

Londres es ejemplo de una ciudad que supo reinventarse con el tiempo. Su apuesta, a finales de los 90, fue la industria creativa. En cinco años pasó de representar el 8% de la actividad económica en el Reino Unido, a superar el valor de sus servicios financieros de la ciudad. Hoy esta ciudad es referente a la hora de hablar de ciudades creativas, donde el arte, la innovación, la ciencia y la tecnología son las piezas clave del crecimiento económico.

El desarrollo urbano de esta capital, con su infraestructura dinámica y su estilo de vida crearon un ecosistema que privilegia el conocimiento, el talento emergente y la innovación social.

Carlos Javier Velásquez Muñoz

Abogado. PhD en Derecho. Mg. en Derecho ambiental Director del departamento de Derecho y de la especialización y maestría en Derecho Ambiental y Urbano Territorial de Uninorte

Diferendo limítrofe, freno a la expansión. Lo primero que hay que considerar es que Barranquilla tiene un problema limítrofe que es paradójico en la medida en que esa disputa es con un municipio colindante que hace parte de la misma Área Metropolitana. Lo que debería existir entre Barranquilla y Puerto es un desarrollo armónico entre ambos, para que se desarrollen a la par. Eso es clave para la planificación de las dos ciudades, ya que Barranquilla, que tenía una dinámica de desarrollo expansivo, no lo va a poder hacer porque tiene un problema de espacio físico.

¿Qué modelo seguir? Quienes son desarrollistas quieren que la ciudad se siga urbanizando; quienes no lo son, desean que la ciudad mejore su calidad: piensan en más zonas verdes, más espacio público y en controlar la construcción de centros comerciales y de apartamentos, para darle más espacio público a la ciudad para el disfrute de la gente. Barranquilla tiene déficit de espacio público de calidad. Aquí no hay sitios de encuentros, no hay plazas, los parques los están recuperando pero en su mayoría están deteriorados y los que hay son insuficientes; las vías son las mismas de hace tiempo, no hay ciclo-rutas y las zonas verdes son escasas.

La ciudad se ha complejizado tanto por ese ‘boom’ urbanístico, que la gente ahora se ha ido a vivir afuera, porque como no hay límites, muchos prefieren establecerse afuera. Es el fenómeno que estamos viendo en Villa Campestre, detrás de este sector, en la Y de los chinos, en el propio Puerto Colombia: la gente le huye a la complejidad de la ciudad por la precariedad de su espacio colectivo.

Un planeta urbanizado. El tema de la planificación urbana cobra hoy total vigencia en el mundo, porque sencillamente el planeta se urbanizó. Desde mediados de 2007, el 50% de la población vive en ciudades. Colombia, por ejemplo, de tener un 70% de población rural, pasó en 50 años a tener un 77% de población urbana; es decir, invertimos completamente el asentamiento poblacional. Y esto impacta temas como la economía, que pasó de estar centrada en actividades primarias, agrícolas, extractivas, a ser ahora una economía tercerizada completamente. Las primeras 6 o 7 ciudades de Colombia producen cerca del 80% del Producto Interno Bruto del país, o sea que el desarrollo económico del país pasa por lo que sale de las ciudades. Ahora, en términos poblacionales, la gente vive en la ciudad, luego lo que la gente quiere es que la calidad de vida urbana mejore.

El modelo colombiano. Colombia tiene planteado un modelo de ciudad en su política pública y todos los esfuerzos que hacen los municipios deberían ir en concordancia con ese modelo que es, básicamente, el de una ciudad sostenible, que se desarrolla económicamente, que incluye a la población y que mejora la calidad ambiental de la ciudad, etc. Todo esto pasa por atender de manera prioritaria, con equilibrio, de manera armónica, lo que se conoce como atributos urbanos: movilidad, servicios públicos, vivienda, y la institucionalidad, que es clave para que haya armonía, coordinación interna en las administraciones y una visión transectorial.

Katya González Ripoll

Arquitecta, con posgrado en urbanismo. Exviceministra de Cultura. Dirige el Observatorio de Renovación Urbana de Uniautónoma.

Patrimonio, memoria de ciudades. Las ciudades tienen memoria, tienen historia y eso hay que respetarlo. Nosotros no podemos llegar con una aplanadora a mover las cosas. Eso así no resulta como se demostró hace ya muchos años en Brasilia, por ejemplo, que es un caso impactante de urbanismo, pues fue una ciudad pensada en planos. Lo que sucede es que antes se veía el patrimonio simplemente como una cosa estática, pero lo cierto es que el patrimonio también se mueve. El mejor ejemplo para ilustrar esto es el edificio de la Intendencia Fluvial, que acaba de ser restaurado y al que se le dio un cambio de uso. ¿Allí que se hacía? Se manejaba la navegación por el río Magdalena. Estuvo 50 años abandonada, entonces si se restaura no es para poner allí un museo del río, sino que se le hace un cambio de uso respetando su valor patrimonial, de manera que hoy la misma alcaldesa está casi que despachando desde ese lugar.

Cambio de uso, la clave. Un bien de interés cultural generalmente necesita, clama a gritos por un cambio de uso, que puede ser de vivienda a oficina, de una iglesia a un cine o un centro comercial. Hay millones de posibilidades y de casos en el mundo exitoso. Pero el patrimonio tiene que estar en continuo movimiento. No puede ser que porque en sitio determinado vivió o estuvo Bolívar, entonces todo el mundo tenga que seguir contemplando lo que pasó en ese sitio por los siglos de los siglos. Lo que sucede es que esto hay que estudiarlo, investigarlo mucho, para tomar las decisiones más acertadas y respetuosas de esa historia. Pero los patrimonialistas que dicen que el patrimonio es estático están mandados a recoger.

Volver a habitar el Centro. Mientras no haya viviendas en el Centro de Barranquilla no hay recuperación. Podemos empezar haciendo todos los esfuerzos que ya se han venido haciendo por parte de la administración de la ciudad, como es la recuperación de espacio público, de la Aduana, de la Plaza de San Nicolás, de la Intendencia, etc., pero no avanzaremos mientras nuestros promotores privados no entiendan que Barranquilla tiene un millón de metros cuadrados libres que tienen agua, luz, alcantarillado, teléfono y que se están perdiendo elementos divinos, como son los espacios espectaculares que se consiguen en el interior de esos edificios y que no tienen nada que envidiarles a los que se consiguen en París, Buenos Aires o Barcelona. Pero resulta que nosotros nos vamos a vivir a Malambo, a Soledad o a Puerto.

Cuidar la esencia. Hay muchas ciudades en las que podríamos revisar su modelo de renovación. Pero estoy convencida de que cada ciudad tiene su esencia, su marca. Nosotros tenemos nuestro Carnaval, nuestra alegría, nuestra esencia Caribe, somos abiertos, somos chéveres y eso se tiene que evidencia en la manera como pensamos y planificamos nuestra ciudad. Necesitamos mucho espacio abierto, mucho espacio público para que la gente ensaye la tambora, la comparsa, para escuche su música en la puerta de la calle si lo desea. Tenemos que dejar esa Barranquilla encerrada y volver a la terraza abierta, sin rejas. La diferencia de nuestro espacio urbano la marcamos nosotros mismos. No podemos calcar modelos de afuera, que nos sirven de referencia y nada más.

Luis Fernando Arboleda González

Administrador de empresas, especializado en infraestructura urbana y servicios públicos. Presidente de Findeter S.A.

Huella urbana. Lo que hemos venido haciendo en Findeter conjuntamente con el BID con el programa Ciudades Sostenibles y Competitivas es precisamente repensar las ciudades. Para ello hemos escogido cuatro ciudades para empezar poner en marcha una buena planificación urbana, que son Bucaramanga, Manizales, Pereira y Barranquilla. Precisamente en esta ciudad se hizo un estudio de análisis de la Ley Urbana de Barranquilla, mirando 30 años hacia atrás y proyectando 20 años hacia adelante. Es decir, estamos hablando de un estudio de la ciudad de casi de 50 años.

Crecimiento y cambio climático. Ese estudio nos lleva a concluir que las ciudades deben tener un crecimiento inteligente para poder mejorar la calidad de vida de la gente. Toda esta información tenemos que cruzarla con lo que se nos viene de cambio climático y sus efectos, pues este fenómeno llegó a Colombia para quedarse. Miramos también el río Magdalena; se estudiaron los suelos, y hay que decir que Barranquilla tiene un problema de suelos complicado pues hay que reubicar 30 mil viviendas; tercero, hay que revisar el tema de los arroyos y de las 14 cuencas que afectan el área metropolitana; hay que mirar el tema del nivel del mar, que en los próximos 20 o 30 años va a crecer 12 centímetros.

Recuperar el Centro. Lo que proponemos desde Findeter es que hay que recuperar los centros urbanos. Hicimos un plan urbano para el Centro de la ciudad con el fin de recuperar lo que existe: la infraestructura social, la urbana, la de los servicios públicos, y hemos estimado que allí puede haber 1.800.000 metros cuadrados abandonados en ese sector. Ahí podrían caber 40 mil familias viviendo con buenos servicios públicos. Si planificamos la ciudad y el área metropolitana, serían 3.500 hectáreas al menos para vivir 350 mil personas. En los próximos años vamos a tener 750 mil habitantes que, de forma desorganizada, requerirían 7 mil hectáreas nuevas y, de forma inteligente, serían solo 3.500 hectáreas. Lo que significa esto es que el ahorro de la ciudad si se planificara se ha calculado en USD1.800 millones en los próximos años, porque al expandirse de forma desorganizada, los servicios públicos, la energía los colegios, la salud, el transporte crecen desorganizadamente y eso vale mucho.

Alturas, seguridad, movilidad y espacio público. La ciudad debe crecer alrededor del transporte público. Si tenemos un corredor como la Vía 40 o la 30, por ejemplo, uno debe liberar las alturas alrededor de esos ejes, pues lo que uno ve en las grandes soluciones urbanas en el mundo es que el transporte público va de la mano del crecimiento de las alturas de las viviendas. En general el tema de movilidad, al igual que seguridad y espacio público son los que marcan la pauta en la recuperación urbana. Barranquilla, con menos de un metro cuadrado de espacio público por habitante, es de las peores del país, y si se cruza esta información con el tema de inseguridad, entonces entiende lo que pasa con ciudades como Soledad, por ejemplo. Hoy necesitamos 750 hectáreas nuevas de espacio público. ¿Dónde están? En lo que está haciendo el Distrito al lado del Río, al lado de los arroyos, en Puerto Colombia, en el área metropolitana y en la isla Salamanca, que nunca la hemos mirado como la gran reserva que hay pasando el puente.