Los recientes hechos contra la publicación francesa Charlie Hebdo, repudiados mundialmente, pusieron sobre el tapete una discusión de vieja data en torno a cuáles son los límites de la opinión, vertiente que en materia periodística abarca -entre otros formatos- el editorial, que revela el pensamiento o la posición de un medio de comunicación sobre el acontecer; la columna, que recoge la opinión de su autor –por lo general un colaborador que goza de sólida formación intelectual y reconocimiento social– sobre variedad de tópicos; el análisis, que es el comentario de un experto sobre un tema especial, hasta llegar a la caricatura, en el tema gráfico, la cual busca expresar en imágenes una crítica, posición o el punto de vista de su autor.
En las clases de periodismo lo primero que se suele enseñar es aquel principio que dice que los hechos son sagrados y las opiniones libres, y con ello se marca de entrada la diferencia que hay entre informar y opinar.
Sin embargo, bien vale precisar que hay dos posturas claramente reconocidas frente a este tema. Mientras algunos medios dan libertades absolutas a sus columnistas para que digan lo que quieran, otros –entre ellos el New York Times– dan libertad, pero establecen normas éticas y de estilo según las cuales las opiniones deben ser sobre hechos ciertos; el espacio informativo no debe ser utilizado para ventilar asuntos personales; no se admiten ofensas individuales ni colectivas, así como tampoco la vulgaridad ramplona, que por lo general suele ser innecesaria.
Los periodistas Alberto Salcedo y Vladdo, maestros de la crónica y de la caricatura, y el abogado Guillermo Puyana, reconocido por su defensa de la labor periodística, son los invitados a debatir el tema en este Tinto del Domingo.
Alberto Salcedo Ramos
Periodista, escritor y profesor. Es considerado uno de los mejores cronistas de A. Latina. Ganó premios Rey de España, Ortega y Gasset, a la Excelencia de la SIP y Simón Bolívar, entre otros.
Humor, ¿blindaje? Lo ocurrido al ‘Charlie Hebdo’ me tomó por sorpresa. Creía que el humor era un blindaje, una especie de salvoconducto para decir ciertas cosas que no se pueden decir en serio, aunque son muy serias, pero adoptan una forma irónica, o cómica, o juguetona para que puedan ser digeribles para el establecimiento. El humor gráfico es como un espejo que distorsiona para encontrar la esencia a través de la distorsión. Pero caricaturista no es solo el que pinta. Desde la palabra se puede caricaturizar, como lo hace hoy Daniel Samper Ospina; lo hacía Klim, y lo hacía Mark Twain, quien fue un día a Alemania y escribió: “los alemanes inventaron la cerveza para que les perdonen la comida”. Eso es caricatura clásica.
Informar y opinar. Hay una frontera sagrada entre esos dos estadios del periodismo que son informar y opinar. La opinión en algunos momentos echa mano de la información, y te diría que cuando uno está haciendo periodismo de información no debe traspasar esos linderos, no debe opinar. Ahora, cuando un opinador utiliza datos fácticos para argumentar, esos datos tienen que ser verificables, ciertos. Él no se puede amparar en una libertad de expresión simplemente para decir lo que le da la gana, cuando tiene que echar mano de la información, pues la información no es lo que a uno le da la gana, sino lo que realmente pasó, lo que yo puedo sustentar y demostrar. Lo que sí es válido es que yo, desde el punto de vista de mi opinión, diga lo que me da la gana, incluso hasta una estupidez. Decir estupideces es un derecho y nadie me puede matar por decirlas. En sí nadie me puede matar por nada: ninguna idea justifica un cadáver.
La frontera que no se debe pasar. Pienso que la línea que los opinadores y que los caricaturistas no deberían pasar es la de vulnerar la dignidad de las personas, de incurrir en el mal gusto, de insultar al otro, de desconocer los derechos del otro. Yo tengo derecho de decirle a otro que es arrogante con una caricatura, pero no tengo derecho a hacer una acusación que vulnere su dignidad y que yo no pueda sustentar.
Intolerantes a opiniones. Aquí hay mucha gente intolerante con las opiniones, y no solo por motivos religiosos. Pero es que cuando se trata de opinar necesariamente pisas callos porque opinar es lastimar, molestar, sacudir. Si tú opinas y no generas eso, no estás opinando: alguien se tiene que molestar, pero más te vale que las cosas que tú digas seas justas y serias, aunque sean una mamadera de gallo.
Riesgos del oficio. No creo que haya garantías en este momento para el oficio. En Colombia hay un periodismo valiente y creería que se hace buen periodismo. Es más, seguramente hay mejores periodistas que medios, pero esos buenos periodistas no se pueden meter por todos lados. Una vez una colega me dijo que aquí no lo matan a uno por un adjetivo, ni por una crítica o por una caricatura. Aquí lo matan a uno por dañar un negocio. El narco no te mata porque le digas narco; te mata cuando revelas la ruta por la que él lleva la droga. Hay momentos de la historia en los que los reporteros, no tienen garantías para contar ciertas cosas; los caricaturistas casi siempre representan la posibilidad de decir eso que el reportero no pudo decir.
Guillermo Puyana Ramos
Abogado penalista, PhD en Derecho. Profesor universitario, experto en legislación de medios de comunicación. Ha sido asesor para la libertad de información de ‘El Espectador’, ‘Semana’ y ‘Cambio’.
Mal ejemplo. A propósito de lo que pasó con ‘Charlie Hebdo’, me parece que es importante tener en cuenta que las caricaturas son una manifestación esencialmente satírica y que las caricaturas no están hechas para agradar a todos, sino que, obviamente, la caricatura ridiculiza: esa es su esencia, crear crítica a través de la ridiculización del personaje o de una situación.
Marco legal. Tratándose de caricaturas y opiniones no existe ningún marco legal, ninguna norma hecha para reglar eso. Está pensado que eso sea libre y sin restricciones. La información en cambio sí tiene límites: veracidad e imparcialidad. Eso está en la Constitución, y de ahí se derivan los delitos de injuria y calumnia, pero no más.
Enfoque editorial. Una cosa es el enfoque editorial, que determina unas líneas generales para las columnas de opinión dependiendo de la filosofía y del estilo del medio, y a eso se tiene que ajustar el columnista, pero desde el punto de vista de la legislación colombiana no hay restricciones para la expresión. Y en la mayor parte de las legislaciones del mundo se entiende que la expresión en general –y la expresión artística en particular– no tienen por qué ser valoradas legalmente. E insisto: la caricatura, por ser una manifestación de expresión, por ser arte, pero además por ser un arte esencialmente satírico, no tiene por qué tener ningún tipo de restricciones de validez
El meme del Mundial, el ejemplo. Fíjese que en el caso del meme que circuló durante el Mundial con los jugadores colombianos aspirando la raya blanca, la reacción nuestra fue diplomática y a nivel de opinión pública, pero no fue legal. Y el que hizo el meme terminó pidiendo disculpas por exagerado e injusto, digamos, pero si no rectifica y le parece que eso era lo que él quería decir, pues no hubiéramos podido hacer nada, porque ningún recurso legal lo puede obligar a pensar distinto a como piensa.
Humor sin límites. En líneas generales el humor no tiene límites, pues el humor regulado ya deja de ser humor en la medida en que ya ahí se terminaría imponiendo un sistema de valores. Una sociedad civilizada debe tolerar el más amplio espacio para que eso subsista. La solución no es utilizar la ley para prohibirles a otros expresarse, y mucho menos la violencia. La respuesta a esas cosas es que haya más de lo que se está tratando de prohibir: que haya más opiniones, más caricatura y más exposiciones.
¿Hay garantías? Yo creo que la tarea de opinar tiene un espacio grande en el país, tiene de alguna manera sus garantías. La labor informativa es mucho más complicada, pues se han dado intentos sistemáticos de acallar información. Sin embargo, las Cortes han reconocido la amplísima libertad que tienen la opinión y la expresión aquí en Colombia y, en general, la jurisprudencia ha sido garantista. El caso más reciente fue el de María Eugenia Trujillo y la exposición que hizo en el Museo Santa Clara de Cartagena, la cual trató de ser prohibida mediante recursos legales por grupos fanáticos católicos, pero eso fracasó. Por eso digo que en Colombia en general no hay un gran problema para la opinión, en cambio es más complicado para los periodistas dedicados a la información.
Vladdo
Diseñador publicitario y gráfico. Periodista con 29 años como caricaturista, de los cuales lleva casi 21 en la revista ‘Semana’.
Plomo a la pluma. Lo del ‘Charlie Hebdo’ es una pérdida para el periodismo, pero una derrota para los terroristas porque si pensaban callar al medio o a los caricaturistas, lo que lograron fue el efecto contrario. Es una desgracia que tengan que ocurrir estas cosas para que ciertas publicaciones, ciertas disciplinas, ciertos géneros periodísticos cobren alguna relevancia, pero lo que el atentado demuestra que las caricaturas sí tienen alguna relevancia, pues de lo contrario no las hubieran atacado de una manera tan infame. Es una cobardía que a la pluma le respondan con plomo.
Tareas distintas. Informar es una tarea muy distinta de opinar. Lo primero es contar algo que sucedió, está sucediendo o va a suceder; lo segundo es dar un punto de vista particular, que no necesariamente tiene que ser sobre una información. La única fuente de la opinión es la conciencia del que opina, en cambio la fuente del que informa no puede ser su propio criterio, sino que debe buscar afuera distintas fuentes, interrogar, verificar, confrontar, contrastar, tener mínimo dos versiones de cada historia, porque confiar en una sola fuente es un riesgo bastante grande que lo puede poner a uno en aprietos.
Exagerar, más no inventar. Creo que al opinar no debe haber límites ni condicionamientos, porque ahí se empieza a exponer al medio a unos riesgos muy difíciles de atajar. Sin embargo, en lo personal tengo como política –y no es porque me lo imponga nadie– que uno al opinar puede exagerar, pero no inventar. También tengo por principio no referirme a temas que creo no le importan al público, que no le aportan nada. Qué importa que un político sea gay, es su vida privada, pero si el político nombra a su amante en un puesto público, eso sí toca decirlo. Trato de no hacer caricaturas ofensivas, aunque esto es difícil, porque si pinto un cura con un condón en la mano seguramente ofenderá a unos, pero también hará reír a otros.
La burla. La corrección política nos ha obligado a modificar ciertas maneras de ver y de producir ciertos apuntes en el terreno de la caricatura. Pero pienso que no es antiético burlarse de un cura o de un rabino, en cambio creo que sí lo es burlarse de los defectos o limitaciones de las personas. Yo eso no lo hago. He hecho alusión a la pata de mentiras de Navarro Wolf, pero porque él mismo se burla de eso. Creo que lo que no está bien es ofender gratuitamente, pero no quiere decir que la respuesta a una caricatura ofensiva sea un balazo o cualquier forma de violencia, pues la violencia es la razón de las bestias.
Más audiencia, más insultos. En general puedo decir que tenemos una situación tranquila para ejercer este oficio. Lo digo hablando en abstracto, porque si uno mira los comentarios de la gente por cada cosa que uno dice, observa que mientras más audiencia tiene uno más lo insultan. Me dicen de todo por mis publicaciones. Hace poco alguien me dijo que si me daban un balazo por cuenta de equis columna, pues que bien merecido me lo tengo. La gente es muy hostil, sobre todo en las redes sociales. Lo curioso es que con los directamente implicados uno no tiene problemas, sino con los que están alrededor. Son como los fundamentalistas de la política.
Marco legal
“Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión”.
Decl. universal de los derechos humanos (1948)
Artículo 19
“Se garantiza a toda persona la libertad de expresar y difundir su pensamiento y opiniones, la de informar y recibir información veraz e imparcial, y la de fundar medios masivos de comunicación. Estos son libres y tienen responsabilidad social. Se garantiza el derecho a la rectificación en condiciones de equidad. No habrá censura”.
Constitución política de Colombia
Artículo 20