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La expresión ha hecho carrera en nuestro entorno. “Yo quiero que mi hijo sea lo que yo no pude ser” -o en su otra versión, “que tenga lo que yo no pude tener”- suelen decir muchos padres de familia para expresar lo que es un deseo legítimo y absolutamente natural en papá y mamá.

Pero en ese afán por darlo todo, en ese amor infinito por el hijo, se pueden llegar a cometer errores como, por ejemplo, pretender moldearlo a imagen y semejanza, verlo como una prolongación de la propia existencia y querer controlar todo lo de él. O, en el otro extremo, complacerlo en todo y darle libertad sin enseñarle a autorregularsey sin fijar límites.

Entonces, por imposición de los padres, o por capricho del niño, este termina matriculado en cursos adicionales de fútbol, piano, artes o ciencias, por ejemplo, o si es niña en ballet, modelaje, cocina, pintura o patinaje, entre otros. Esto, por citar algunos casos en los que niños y niñas viven sometidos a un sinnúmero de presiones de su entorno que siempre espera de ellos que sean los mejores.

Tres expertos en el tema, las piscólogas Ana Rita Ruso y Karen Pacheco y el defensor de familia Ricardo Jiménez analizan el tema desde distintos ángulos en este Tinto del Domingo. También la exreina, modelo y actriz barranquillera Karol De la Torre habla de su experiencia y fija su punto de vista.

Un juego para cada etapa
El primer juego del niño es el de las escondidas, porque la primera ansiedad de un bebé es la separación. Cuando el bebé empieza a reconocer a la madre y al padre lejos de sí, teme perderlos. Aparecer y desaparecer, taparse con una manta, tirar y recoger el sonajero, meter y sacar objetos son propios para el ese primer momento.

En el segundo momento de su desarrollo el niño tiene que regular sus rabias, porque el padre comienza con el ‘vaya al baño’ ‘pórtese bien’, ‘coma bien’, y entonces esa rabia que trae instintivamente el ser humano se exacerba al sentir límites y tener que aprender a regularse. Ahí aparece la sublimación de la agresión: tomo un objeto con el cual juego a la agresión sin agredir a un ser real. Indios y vaqueros, policías y ladrones, han sido los juegos en este momento.

Ricardo Jiménez Barrios
Abogado especialista en derecho de familia y magister en Derecho. Catedrático. Defensor de familia del Icbf.

Es potestad de los padres. Lo que puede ser apropiado para un niño o no es una decisión del padre, dentro del ejercicio de su patria potestad. Sería atrevido decir qué es bueno o malo para un niño, o suponer que puedo decirle yo al padre que debe hacer o no su hijo. Eso va directamente relacionado con las pautas de crianza que el padre debe legar frente a su hijo. El derecho no incide en el juicio de reproche moral frente al ejercicio concreto de la patria potestad de los padres frente a los hijos.

El entorno es el problema. En ningún lado la ley dice: los niños no pueden participar en reinados. Pero el hecho no es el reinado en sí, sino el entorno que lo rodea. Como en el caso de Barbosa: un patrocinio por parte de una bebida alcohólica.

¿Reina? Sí, pero con orientación. Si la niña que quiere es ser modelo, pues puede serlo porque no se puede satanizar esa profesión, pero ella debe tener conciencia de su integridad moral, de que debe cuidar su cuerpo y de que debe protegerse interiormente. Hay que dejar claro cuál es la pauta de crianza, cuáles son los límites, la familia debe tener una orientación, debe haber formación moral, debe saber qué es lo bueno y qué es lo malo y debe haber disciplina y exigencia académica. Ahora bien, en la medida en que como papá y mamá trabajan, quien está haciendo la labor de crianza es la empleada doméstica. Ahí hay que preguntarse hasta dónde mi responsabilidad de padre la delego y a quién se la delego y qué tanto incido yo como padre en el modelo de crianza de mi hijo.

Dos derechos clave. Hay dos artículos que me gusta recalcar, el 18 de la Ley 1098 del Código de Infancia y Adolescencia, que habla sobre integridad: Los niños, niñas y adolescentes tienen derecho a ser protegidos ante cualquier tipo de maltrato físico, sicológico o sexual. Es decir, tienen derecho al buen trato y a su integridad personal. El otro es el artículo 20, que tiene que ver con los derechos de protección: contra la vida de calle, contra la inducción a la prostitución, contra el conflicto armado, contra los tratos crueles, etc. Si los padres salvaguardan estos dos derechos y si son conscientes de que su hijo simplemente es lo más importante que tiene una sociedad, tendremos mejores niños.

Patria potestad. El artículo 288 del Código Civil concibe la patria potestad como el conjunto de derechos que la ley reconoce a los padres sobre sus hijos no emancipados, para facilitar a los padres el ejercicio de la crianza y el desarrollo frente a sus hijos. Está representada en tres elementos: la representación legal del niño; la representación patrimonial y la responsabilidad parental, principio que soporta lo que es la custodia del hijo. La ley dice que se podrá suspender cuando exista un maltrato habitual, cuando se haya abandonado al hijo, cuando exista una conducta de depravación o cuando uno de los padres haya sido condenado a una pena privativa de la libertad. La privación no resta el deber pecuniario que tiene el padre de responder por el hijo, pero no puede exigir que lo quiere ver.

Karol De la Torre Pinilla
Comunicadora social y periodista, especialista en gobierno y asuntos públicos. Modelo, presentadora y actriz de Televisa, México.

Nunca estuve sola. De niña fui reina de los ‘carnavalitos’ de mi colegio, el Lourdes y luego fui la presentadora de los eventos, pero no más. Me inicié en el mundo de las pasarelas cuando tenía 18 años, en el Miss Teen Atlántico. Luego participé en el Reinado de la Cumbia en El Banco, Magdalena, en el Reinado del Café, Miss Mundo Colombia, Miss Asia Pacific, y luego fui Chica Águila. Mi mamá siempre me acompañaba y mi familia a cada uno de los eventos, nunca estuve sola. Eso fue parte importante para saber ganar y saber perder. Me sentía protegida por contar con la compañía de ellos.

Hay edad para todo. Sobre el Miss Tanguita, no creo que una niña de 10 años vea el participar en un evento de estos cómo algo prioritario en su vida. A esa edad yo solo jugaba con muñecas y creo que no tenía cabeza para más nada. Hoy muchos padres quieren que sus hijos maduren a muy temprana edad y se cobijan en que son eventos de carácter cultural y que son una tradición. Hay edad para todo y hay que ir quemando cada una de las etapas de la vida.

Tema complejo. ¿Que si estoy de acuerdo? Depende. Si son concursos, por ejemplo, en el colegio, o mini-carnavalitos, el niño está viviendo una tradición autóctona del lugar que representa sin necesidad de mostrar su cuerpo y exponerse a tanto. Si son concursos en las escuelas que las motiven a ganar más seguridad en sí mismas, podría pensar que con la ayuda de sus maestros tendrían una buena orientación para la consecución de esto, sin la necesidad de exponerlos en ambientes pesados y difíciles. Creo que los reinados para las menores de edad siempre serán un tema difícil de manejar, y más en una sociedad como la colombiana en la que existen más de 120 reinados, por lo que se mezclan muchos sentimientos y opiniones.

No dejaría que una hija fuera reina. Como ex reina, y sabiendo todas las situaciones y momentos a los que se vería expuesta, no sometería a una hija mía –si la tuviera– a ningún reinado hasta que ella tenga la mayoría de edad y tome sus propias decisiones. Mientras, fomentaría en ella el interés por los deportes y la lectura, en los que también se puede competir, y la motivaría para que de una manera distinta enfrentara muchas situaciones de la vida sin necesidad de exponerla tan pequeña a cosas externas. No es sobreprotección, sino que hay cosas más importantes en la vida que un reinado siendo tan pequeñas. Uno debe vivir cada una de las etapas de la vida.

Ana Rita Russo de Sánchez
Psicóloga clínica, PhD en Filosofía y Ciencias de la Educación. Dirige la maestría en Psicología Clínica de Uninorte y del Programa de Educación y Desarrollo Psicoafectivo, Pisotón.

Karen Pacheco Echeverry
Psicóloga clínica, psicoterapeuta y docente universitaria. Coordinadora del Programa Pisotón

No adelantar el tren de la vida. Cuando vi la fotografía del Miss Tanguita me di cuenta de que no había un menor. Y se puede probar, poniendo a niños de 5 o 6 años, para ver cuánto duran mirando el desfile. ¡No más de 10 minutos! Es que no es su deseo ver a unas niñas desfilando en tanga. Entonces, ahí es donde uno tiene que reflexionar: no se trata de moral, ni de valores, ni de leyes, sino de la realidad del desarrollo del ser humano. Es como el trencito de la vida y en cada estación hay cositas para llevar y cositas para dejar para la otra estación. No se puede avanzar al niño y ponerlo en una estación más adelante.

Los ‘como si’ y la realidad. El adulto se baja al juego infantil, pero no sube al niño al juego del adulto, y ese es un punto que los sicólogos venimos trabajando muchísimo y es la connotación del momento del desarrollo del niño. En ellos se da un ‘como sí’ a través del juego, que es un mediatizador, y que es muy diferente al ‘si’. O sea, si el niño juega con dos muñecos a que están peleando, eso es en realidad un ‘como si… (estuviera peleando)’.

Reinados infantiles. Lo mismo ocurre con los deseos –el de la curiosidad sexual, de llegar a ser reina, princesa, de ser vista y ser admirada o admirado–, son inherentes a la persona. Entonces, el “como si” se da en las cuatro paredes de un espacio de juego de niños, inclusive puede trascender a una fiestica infantil donde ellas mismas se disfracen y se pongan coronitas, pero eso no llega a la connotación del cuerpo; llega a la connotación de la representación mental de la reina. En ese sentido, el adulto se pone en el lugar de lo infantil, pero a veces, sin querer, los padres desconocen este lugar de lo infantil y cuando ven el deseo de sus hijas lo interpretan desde su imaginario de adulto.

Cuidado con los mensajes. La otra cosa que pensaba es que una de las características humanas es mirar y ser mirado, y eso no quiere decir sea bueno ni malo, sino que es algo natural. Entonces, bajo ese aspecto sabemos que hay personas que miran con otros ojos ese lugar de los niños, y sabemos que allí pueden estar corriendo riesgos. Y me viene el punto más fuerte: la ambivalencia, que es una de las cosas que enferman emocionalmente a un ser humano. Por un lado les decimos por todos los medios: cuida tu cuerpo, no dejes que nadie se acerque, no dejes que lo miren, que lo toque, y sin embargo, por otro lado les decimos que sí puede ser mirado en Miss Tanguita. Entonces, ahí hay un doble mensaje.

Alerta con las redes. Me viene a la cabeza cosas que están ocurriendo, porque le están comprando a los niños muy tempranamente el último celular, que tiene todos los jueguitos, y con ello la posibilidad de entrar a Instagram muy jóvenes. En consulta ya he tenido varios casos en los que les escriben a los niños mensajes como los que tenemos ahorita en las noticias, que les escriben, entablan una relación y les piden fotografías. Pero el niño no ve en esa red lo que ve el adulto, eso para él es más de lo infantil. Ni siquiera es la fotografía en sí, es desde la socialización –me invitaron, no me invitaron, qué hace mi grupo, etc–. Pienso que es importante que los padres sepamos más del desarrollo de los niños, el punto crucial para los padres no es: enséñeme a ser papá, sino enséñeme sobre el desarrollo de nuestros hijos.

Jugar, no competir. Es instintivo en los seres humanos la búsqueda del placer, de la satisfacción. Es parecido lo que está pasando con la violencia, que es inherente al ser humano pero uno va aprendiendo a regularla. Concursos tienen que haber, eso es parte de lo humano; competir, es parte de lo humano, pero que el concurso sea infantil, que la competencia sea infantil, que sean desde el lugar del juego, no desde el lugar del adulto. Es válido desde el deseo jugar al concurso de la princesita, pero óigase bien: la princesita, no desde Miss Tanguita, y entonces vestir y caminar como cinderela, y jugar, no competir como adultos.