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A propósito de la temporada festiva que vive no solo Barranquilla, sino la Región Caribe, bien vale la pena examinar de qué le sirven a una ciudad y a una región no solo eventos multitudinarios como el Carnaval de Barranquilla, o como los festivales culturales que se acaban de realizar con éxito en Barranquilla y Cartagena, el Carnaval Internacional de las Artes y el Hay Festival. Qué hay más allá del goce colectivo, de la música, el baile, la conferencia, o la exposición artística.

Un vistazo al Carnaval de Barranquilla 2014 en cifras deja claro el enorme impacto que tiene desde el punto de vista social y colectivo, más allá de su riqueza cultural.

Con remotos orígenes en el carnaval europeo, la fiesta barranquillera representa casi que un estilo de vida para quienes la bailan, la recrean, la caminan, la trabajan y la gozan. Por eso, se agita entre los organizadores y las autoridades la iniciativa de convertir nuestra fiesta en una industria cultural de la que se hable todo el año.

En eso están de acuerdo los expertos invitados a este décimoquinto Tinto del Domingo: la antropóloga social Gloria Triana, quien lideró el trabajo para elaborar el Plan de Salvaguarda del Carnaval de Barranquilla; el maestro en artes plásticas Néstor Martínez, pintor, curador y docente, y el maestro en artes dramáticas Darío Moreu, quien organiza La Carnavalada, espacio alterno durante las fiestas de Momo que combina teatro y Carnaval.

Pero como carnavales hay en muchos lugares del mundo, en esta ocasión echamos un vistazo a algunos de los más famosos en el mundo.

En el Mardi Gras, en Nueva Orleans, predomina el jazz:

La fiesta de Oruro es Patrimonio de la Humanidad:

Río de Janeiro: samba, lujos y bellas bailarinas:

La elegancia y el buen gusto predominan en Venecia:

HABLAN LOS EXPERTOS:

Gloria Triana Varón

Socióloga espec. en antropología social. Profesora, investigadora y directora de etnografía de la U. Nacional. Experta en culturas populares. Asesora de Mincultura y exdiplomática.

El Carnaval y yo. El Carnaval de Barranquilla lo conozco desde joven. La primera película mía sobre el Carnaval la hice en el año 85 y la segunda en 2005, que fue sobre la participación de la Corporación Autónoma del Carnaval Gay en las fiestas. He sido jurado, espectadora, investigadora, me he documentado fílmicamente, y el año pasado bailé en la comparsa Ekobios de Cartagena. Conozco mucho el Carnaval de Barranquilla y, tal vez por eso, me llamaron para construir con portadores, hacedores, sabedores y artistas del Carnaval el Plan de Salvaguarda.

Salvaguarda concertada. El Carnaval es un espacio que genera integración, armonía, gozo y alegría, pero también tensiones y conflictos. Por eso, las acciones del Plan de Salvaguarda fueron concertadas con ellos, los hacedores, con base en los riesgos. Es que esto no se hace en una oficina, tiene que se ser construido con la comunidad. Fue una consulta muy rigurosa , entre septiembre y octubre, y ya fue presentado al Ministerio de Cultura. Los consultados tienen la representación indirecta de todos los sectores: los niños, de la tercera edad, los gais, los del Suroriente y la 44, y de los nuevos eventos que han surgido. También con los medios de comunicación, los empresarios, los secretarios de despacho y hasta con el comandante de la Policía.

La principal preocupación. El Carnaval ha crecido, no está en riesgo. Lo que está en riesgo son los grupos tradicionales, que han sido un poco invisibilizados y extinguido de eventos centrales. Hay, por eso, una preocupación por la falta de presencia de las nuevas generaciones en esas expresiones tradicionales. Es como una pérdida del relevo generacional. Desde afuera, esto no ve; uno ve que participan muchos jóvenes, pero ellos participan en nuevas expresiones, pero ¿y la tradición qué?

Cátedra del Carnaval. Como la declaratoria de patrimonio se dio fue por lo tradicional –y uno no se imagina un Carnaval sin los congos, sin paloteos, sin cumbias, sin letanías, es decir, sin el patrimonio– también hay una preocupación entre los hacedores por la desarticulación de la fiesta de los procesos educativos, en la medida en que debe haber más integración de la escuela al Carnaval, que haya una cátedra del Carnaval.

Periodistas especializados. A los medios de comunicación les hicieron críticas. Según ellos, falta un periodismo especializado; que los periodistas no hagan más énfasis en la farándula y el espectáculo que en la tradición. Se necesita un periodismo cultural, gente que cuando vaya a escribir sepa de qué está hablando y que en las transmisiones de radio y Tv no diga al aire cosas que no tienen que ver con el origen de los grupos, por ejemplo.

Sí hay condiciones. Me parece que sí están dadas las condiciones para tomar los correctivos. De parte de la institucionalidad veo que hay interés. El secretario de Cultura me pareció sensible, inteligente y muy comprometido con el tema. De parte de Carnaval S.A., aunque hubo críticas, se reconoció su importancia. Creo que no hay barranquillero que no quiera el Carnaval, y eso está plasmado ahí. Es que si Barranquilla es tan cordial, tan abierta e inclusiva es porque el Carnaval contribuye a ello.

Darío Moreu Insignares

Maestro en arte dramático, espec.en docencia universitaria. Profesor de Bellas Artes (Uniatlántico). Dirige Asoc. Cultural Ay Macondo, que organiza La Carnavalada

Teatro y Carnaval. En el año 94 regresé a Barranquilla de Bogotá, luego de una gira por Suramérica, y como uno de los temas que siempre nos interesó fue la investigación sobre teatro y Carnaval, empezamos a incursionar en los desfiles con personajes, disfraces, comparsas, por lo que ganamos unos cinco Congos de Oro consecutivamente. En 2001 hicimos el montaje de ‘La cándida Eréndira’, una versión para la calle que llevamos en tiempo de Carnaval a varios barrios de la ciudad. Pero esto no era suficiente, había que pensar en algo más apropiado para el teatro.

Primero la tradición. Así surgió La Carnavalada, una fiesta de teatro y Carnaval que llega este año a la 14ª. versión. Un encuentro entre el teatro contemporáneo en espacios abiertos y las expresiones de Carnaval, tanto las danzas, como la música tradicional de la fiesta. Es, en parte, respuesta a una serie de problemas que veíamos en el Carnaval de Barranquilla, como la excesiva comercialización, la contaminación visual y la estratificación excesiva de la fiesta. Esta fiesta es gratuita y es participativa. No tiene divisiones, ni vallas, ni VIP, ni estratos. Tampoco marcas comerciales –damos los anuncios de los patrocinadores, pero nos cuidamos de la excesiva comercialización–; además, protegemos la música y las expresiones tradicionales del Carnaval, obviamente desde un punto de vista contemporáneo, pues entendemos que la cultura no es algo anquilosado, sino que tiene una dinámica y que se va renovando.

Resistencia cultural. Siempre hay la tensión entre lo que se ha hecho toda la vida, lo tradicional, y las nuevas expresiones culturales. Por eso es importante ejercer una curaduría muy precisa para no perder el foco de lo que es importante. Creemos que hay que hacer una especie de resistencia mediante la difusión y la educación de las expresiones culturales tradicionales, pues consideramos que no pueden ser apagadas por otras que tienen una mayor fuerza comercial, pero que se alejan de la expresión natural de la época del Carnaval. Eso es lo que hacemos.

Función pedagógica y espiritual. El Carnaval y en general las actividades culturales redimensionan no solo la ciudad, sino la mirada de la gente, y fortalecen y salvaguardan toda una tradición, al tiempo que plantean nuevas miradas, nuevas propuestas de lo que puede ser la cultura. Cumplen una función pedagógica y espiritual, pues alimentan el crecimiento de esa dimensión humana que va más allá de lo material. No es gratuito que entre las ciudades más tolerantes del país esté Barranquilla. La gente no entiende cómo, en medio de esa euforia del Carnaval, no pase nada. En La Carnavalada nunca ha habido ni una pelea, ni nada violento. Es que esto sirve como depuración, como purga. Creo que a Colombia le faltan más carnavales y más carnavaladas.

Más que el dinero. Es difícil trabajar por la cultura, porque no estamos hablando de una empresa que busca producir dinero, sino que genera otras riquezas intangibles que permean en la espiritualidad, en la vivencia, y en la experiencia del compartir. Eso no es cuantificable, pero tiene un valor enorme. Basta ver los rostros de felicidad de la gente en La Carnavalada. Eso lo paga todo.

Néstor Martínez Celis

Maestro en artes plásticas, espec. en educación artística y mágister en Educación. Docente, curador, investigador en artes visuales y pintor.

Carnavales y festivales, ¿para qué? Espacios como el Carnaval, o como los que acabamos de disfrutar en el Carnaval Internacional de las Artes o el Hay Festival, en Cartagena, aunque son distintos, hacen que la sociedad se vuelva mucho más grande, se perfeccione, se alimente, se enriquezca espiritualmente. Y una persona espiritualmente llena es una persona que está muy cerca de la felicidad y muy alejada de la violencia.

Políticas culturales. Aunque hemos avanzado algo, todavía en Colombia no hay buenas políticas culturales, es decir, las que se logran trazar son conquistas del gremio de los artistas, de los intelectuales, porque es a regañadientes que se van consiguiendo las cosas. Por ejemplo, es un absurdo que el presupuesto del Ministerio de Cultura sea inferior al presupuesto de Bogotá, cuando se trata de unos recursos que son para toda la Nación. Eso indica que, en la óptica del gobierno, el peso que tiene la cultura en el desarrollo no es tan importante. Ahora bien, hacer inversión en cultura es hacer inversión social. Esta no es solo invertir en cemento; hay que acompañarla de acciones encaminadas al desarrollo espiritual del individuo.

Formar gestores culturales. Pienso que hay que trabajar más por la formación de gestores culturales. Aunque los tenemos, no hay una política sistemática para formar esos gestores, que son lo que van a administrar toda esa cosa cultural. Porque sucede que los artistas, de buena fe y en forma voluntaria, tienen que dejar de producir arte para gestionar, y eso no debe ser: el artista tiene que ser artista, tiene que producir arte en cualquiera de sus manifestaciones, y tiene que haber un profesional, muy bien preparado, que gestione administrativa y logísticamente todo lo que es la cultura. Si revisamos los programas de las universidades colombianas, no existe este pregrado; existen las maestrías, pero debería existir, porque además es una profesión muy bonita.

Poco estímulo. A nivel local es muy poco lo que se hace en materia de apoyo o estímulo al trabajo cultural. No existen como política cultural los grandes eventos del teatro, de las artes plásticas, de la música. No se propician esos niveles de enriquecimiento profundo para la población. Fuera de esfuerzos aislados, no existe un programa serio. Y la ciudad va creciendo mucho y la gestión cultural se va quedando atrás. Si no fuera por el Carnaval Internacional de las Artes o el Barranquijazz, que son eventos que dinamizan la cultura, pero son pocos y corresponden a esfuerzos privados que no corresponden a políticas públicas, no habría nada.

Explotar talento. Pienso que se debería explotar más el talento artístico del barranquillero. Es algo que aflora. ¿Qué no se está haciendo bien? Las casas de la cultura y la Escuela Distrital de Arte no funcionan bien. Deberían integrar una gran escuela de arte, con programas universitarios, especializaciones, investigación artística, pero no hay nada de eso. Existe nada más un programa que ni siquiera da un título a los que allí estudian. Aquí lo que hay de sobra es talento en el barranquillero. Es más, nos podríamos convertir en una industria cultural que exporte talento. Lo podríamos hacer y nos sobraría gente.