Se ha ganado su reputación con todo derecho. Además de ser uno de los destinos turísticos más populares, París es también el epicentro de las artes, la cultura, la moda y el romanticismo europeo que conocemos. Por supuesto, los circuitos turísticos donde se encuentran la mayoría de las atracciones como la Torre Eiffel, El Arco del Triunfo, la catedral de Notredame, el museo del Louvre y demás lugares, existen y están llenos de gente la mayoría del año, incluso cuando hace frío, pero sobre todo en el verano.
En París no hay dieta que valga. No se puede pasar por esta ciudad sin probar las famosas baguettes (las originales, no las de la Olímpica), el croissant de chocolate (o cualquier tipo de croissant), los macarons, los Paris-Brest que es un tipo de postre de masa y crema, las tartas, los crepes, el Napoleón, los éclairs… y mejor no sigo hablando de las delicias que se encuentran en cualquier pastelería. No se puede caminar algunas cuadras sin pasar por una de estas cafeterías que enseguida te capturan con su deliciosa fragancia a pan recién hecho. Luego te miras el bolsillo y la felicidad se acaba.
El sentimiento que produce pensar que estás pisando como si nada calles que tienen una historia de 10mil años, o entrar a la catedral que fue construida hace 800 años, no se puede describir. Pensar que en esa misma calle tal vez en el medioevo algún borracho pasó la noche o en el renacimiento algún caballo hizo sus necesidades es incomparable. Tal vez mis asociaciones no sean tan románticas, pero es producto de películas hollywoodenses. Mejor si pensamos que tal vez en esa misma calle también se habló sobre el Mayo Francés mientras ocurría?
Tantas cosas han pasado por París que los parisinos no se avergüenzan de sus ínfulas de superioridad, pero si yo hubiera nacido en la misma ciudad que Monet o Duchamp tampoco me daría vergüenza picármelas un poquito.
En todo caso, cuando visiten esta hermosa ciudad, alójense en el barrio de Montmartre. Un típico barrio francés que a pesar de que ya no es lo que solía en términos de poco turístico, todavía se puede apreciar la vida parisina si se deja la guía en el hotel y se va a caminar por las calles sin rumbo determinado. Aquí fue filmada la película de Amélie y también se encuentra el famoso Moulin Rouge. Lo único que hay que hacer en esta ciudad es dejarse llevar.