El comienzo de un nuevo año trae consigo la esperanza de cambios positivos: nuevas metas, un ambiente más amable y oportunidades para todos. Sin embargo, 2024 dejó huellas difíciles de ignorar. Fue un año complejo, marcado por el peso cotidiano de altos precios, la agitación política y escándalos de corrupción que saturaron la agenda nacional, haciendo que el contexto pareciera indigesto. A nivel internacional, las guerras dominaron los titulares, amplificadas por la inmediatez de las redes sociales, pero con pocos avances hacia su resolución.
Aunque nadie tiene una bola de cristal para predecir lo que sucederá este año, especialmente en Colombia, el país debe prepararse para lo que puede ser un contexto complejo en términos económicos, sociales y políticos. En términos económicos, como mencioné en mi última columna, el incremento del salario mínimo, combinado con decisiones políticas desacertadas, podría impactar negativamente el empleo, la inflación y los índices de pobreza. Además, los esfuerzos para reducir la desigualdad corren peligro por los recortes presupuestales anunciados para programas sociales gestionados por el Departamento de Prosperidad Social (DPS).
Colombia sin Hambre, uno de los programas que se vería afectado, ha beneficiado a más de dos millones de colombianos en situación de pobreza extrema para la compra de alimentos. Otro programa afectado sería Jóvenes en Acción, un subsidio condicionado para jóvenes en situación de pobreza que estén estudiando. Estos programas han demostrado ser esenciales para la superación de la pobreza en América Latina y el Caribe. Reducir su alcance representa un retroceso para un país como Colombia, donde la pobreza monetaria y multidimensional sigue siendo una constante.
Además de estos factores, la tensión política posiblemente aumentará frente a un gobierno que entra en su recta final, con apenas 1 año y 7 meses restantes. Los precandidatos adoptarán un tono más fuerte contra el gobierno, buscando marcar distancia y beneficiarse de la polarización como estrategia clave para ganar terreno de cara a las próximas elecciones. Por su parte, el gobierno seguirá culpando a la empresa privada y a los partidos tradicionales de su incapacidad para gobernar. Finalmente, las reformas pendientes dependerán, por un lado, de los congresistas que, dependiendo del tipo de votación que representan, podrían acercarse al petrismo o, por el contrario, mantener una postura crítica para reflejar el control político que exige la ciudadanía.
¿Cómo debe prepararse el país? Muchos colombianos ya estarán reflexionando sobre quién debería liderar el próximo gobierno. ¿Debe ser un outsider que rechace por completo la política tradicional, aunque carezca de experiencia? ¿Una opción de centro, alguien que conozca el país y sepa gobernar? ¿Un opositor al gobierno con una postura firme o alguien que dé continuidad al modelo actual?
Ante este panorama, la observación y la precaución serán esenciales este año, al igual que la capacidad de construir consensos pensando en un país con futuro.
@tatidangond