Un estudio revela nuevos datos sobre el desarrollo del cerebro de 'Lucy' y de otros homínidos pertenecientes a ejemplares de Australopithecus afarensis que habitaron la Tierra hace tres millones de años, entre ellos que los infantes de esta especie eran semejantes a los humanos actuales.
El estudio, del Instituto Max Plank de Antropología Evolutiva, de Alemania, ha analizado las huellas de los cerebros de Lucy (cuyos restos se descubrieron en Etiopía en 1975) y otros ejemplares de Australopithecus afarensis de corta edad, llegando a la conclusión de que los infantes de esta especie eran semejantes a los humanos actuales.
El autor principal de la investigación, Zeresenay Alemseged, ha explicado que 'Lucy y sus semejantes nos dan pruebas importantes sobre el comportamiento de los homínidos tempranos', pruebas que han podido recabar midiendo los cambios en el cerebro de estos homínidos durante su infancia.
El antropólogo está a cargo del proyecto en Dikika (Etiopía), donde en el año 2000 se encontraron los huesos de Selam, una 'afarensis' que murió a los tres años de edad y que también ha formado parte del estudio.
Gracias a estos ejemplos de huesos de homínidos jóvenes y a otros siete cráneos similares encontrados en Dikika, los antropólogos han podido establecer que 'caminaban de pie, y tenían un cerebro cerca del 20% mayor que el de los chimpancés, y también utilizaban herramientas afiladas', como ha explicado Alemseged.
Sobre las marcas de los cerebros de estos antepasados del 'Homo sapiens' se ha podido concluir que su desarrollo durante la infancia es más similar al de los seres humanos actuales que al de los chimpancés, con los que también los han comparado en el estudio.
En la infancia, los humanos dependen de sus cuidadores durante mucho tiempo, tardando su cerebro más en crecer que el de los chimpancés jóvenes, y al mismo tiempo está aprendiendo durante más tiempo, alcanzando un desarrollo mayor.
Estas características son las que ahora se ha demostrado eran muy similares en los 'Australopithecus afarensis', dejando interesantes conclusiones sobre la forma en la que vivía esta especie hace tres millones de años.
El estudio del cerebro a partir de los restos de un cráneo era hasta ahora imposible, ya que este órgano tan importante para entender a una especie no se fosiliza.
Sin embargo, al crecer y cambiar, el cerebro deja surcos en las paredes del cráneo, una huella que ahora los científicos pueden leer, midiendo así el tamaño del cerebro y algunos aspectos clave de su organización.
Para lograr estas medidas, los investigadores utilizaron microtomografía sincrotrón, una técnica que produce imágenes en tres dimensiones, reuniendo información sobre la estructura y las propiedades químicas de los materiales, en este caso el hueso, a nivel molecular, gracias a las instalaciones del Laboratorio Europeo de Radiación Sincrotrón (ESRF), en Francia.
'Después de siete años de trabajo, finalmente tenemos todas las piezas del puzle que nos permite estudiar la evolución del crecimiento cerebral', ha explicado otro de los autores de la investigación, Philipp Gunz, 'tenemos los volúmenes endocraneales de los mejores fósiles de Australopithecus afarensis para compararlos con datos de más de 1.600 humanos y chimpancés modernos'.
A medida que avancen las investigaciones utilizando estos datos, esperan los investigadores, los misterios sobre el 'Australopithecus afarensis' se reducirán, despejando así otra de las incógnitas que aún guarda nuestra cadena evolutiva.