BOGOTÁ. Expertos en seguridad y conflicto coincidieron en EL HERALDO en que luego de la suspensión este viernes de los diálogos de paz con el ELN tras la arremetida de violencia y terrorismo de este grupo guerrillero en el Catatumbo, al Gobierno solo le queda replantear con firmeza la naturaleza de la negociación de paz, retomando el poder en la mesa o, de lo contrario, acabar los diálogos.
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Andrés Macías, doctor en estudios de paz y conflicto y catedrático de la Universidad Externado, le dijo a este diario que “el anuncio del presidente Gustavo Petro estuvo directamente relacionado con el asesinato de civiles en el Catatumbo, pero no podemos olvidar que ayer (jueves) también salió el anuncio del plan para asesinar a Álvaro Jiménez (negociador), y Otty Patiño (comisionado de paz) mencionó que este era nuevamente un hecho trascendental que podía afectar los diálogos”.
Sin embargo, agregó, el proceso con el ELN venía suspendido desde marzo del año pasado, había habido reuniones a finales del año pasado, “pero no se había logrado avanzar, y el cese al fuego bilateral también está en un punto muy complejo.
Entonces yo diría que lo que sucedió hoy y el anuncio del presidente se pueden considerar un nuevo punto de inflexión en el proceso que pone una disyuntiva muy compleja y es que el Gobierno ha sido muy flexible con las líneas rojas en el proceso, con todos los hechos del ELN que en otras circunstancias podrían haber llevado a la suspensión o la finalización de los acuerdos en otro momento politico, porque ha habido transgresiones y violencia que con otra política de gobierno esos acuerdos se hubieran suspendido hace mucho tiempo”.
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Observa en este sentido el analista que este gobierno tiene un talón de Aquiles en ese sentido y es que su política de paz total, que es uno de sus ejes, “ha tenido como principal elemento la negociación con el ELN y ese era el proceso para mostrar porque los otros acercamientos no han tenido avance y el Gobierno ha sido cuidadoso para no acabar ese proceso de tajo, pero el ELN ha mostrado que no tiene voluntad de paz, al interior puede que haya algunas facciones dispuestas pero se ha ido fragmentando aún más, empezando por el Frente Comuneros del Sur y esa escisión del ELN para las negociaciones en Nariño, y eso no va a cambiar en el futuro cercano”.
Por ello, indica Macías, el Gobierno “debe sentarse en las líneas rojas y volver a tomar el poder de negociación que ha perdido, y para eso se necesita ser muy fuerte en la mesa y fuerte con la fuerza pública hacia el ELN, y eso seria tal vez desde mi punto de vista el mejor escenario. Si eso no ocurre, el Gobierno tiene dos caminos: seguir dándole espacio al ELN para que siga manejando el proceso y la suspensión sería temporal y se volverían a acercar y el ELN va a seguir teniendo el poder de negociación, o el Gobierno puede acabarlo y poner todo su esfuerzo en presionar militarmente al ELN para que en un futuro se puedan volver a sentar”.
A su vez, Vicente Torrijos, profesor de estudios estratégicos y ciencia política, sostiene que este no es un fenómeno aislado sino todo lo contrario:
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“La conducta que vimos en el Catatumbo se reproduce en muchísimas áreas del país y todos los actores involucrados en los diálogos de la paz total están incurriendo sucesivamente en diferentes conductas que apuntan a que lo único que quieren lograr es consolidar sus intereses y posiciones al mismo tiempo en varias regiones del país, es decir se están valiendo del amparo que les ofrecen los diálogos para asaltar la buena voluntad gubernamental y desarrollar con una licencia tácita toda esta serie de vejámenes”.
Obliga todo esto, coincide el experto en seguridad internacional, “a replantear el esquema de fondo de los negociaciones, porque el modelo que sigue el Gobierno es uno regional, de multiplicación de esfuerzos, para atender a grupos que incluso no responden a un mando central unificado en toda regla. Esa atomización, que podría considerarse en principio viable ha demostrado que no rinde los frutos esperados: hay que aminorar la confusión que todo esto genera”.
Añade Torrijos que ante la violencia sistemática, “para el Gobierno es fácil tomar la decisión de suspender los diálogos, pero el problema es que en unas semanas empiezan las conversaciones para reconstruirlos, pero se llega al mismo modelo. Habría que preguntarse cuáles son los límites, las reglas que conduzcan a que cualquier nueva aproximación sea lo suficientemente útil y sostenible como para no estar cayendo en estos altibajos que desacreditan al Gobierno, lo hacen más vulnerable y disminuyen su margen de credibilidad, porque el Gobierno intenta incidir en agendas globales y regionales, como la de democracia en Venezuela, lo que será enfrentar el ascenso de Trump al poder nuevamente, pero a nivel interno se paraliza por las burlas a que lo someten los grupos armados”.
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Ante lo que, sentencia, “si no impone un criterio muy claro para que esto no siga siendo un desconcierto va a ser víctima de su propio invento, así que ha llegado el momento en que defina exactamente el rumbo y sobre todo los criterios de responsabilidad para considerar una reapertura de diálogos”.