Con motivo de la columna anterior en la que me referí al desastre ecológico en el mar de Santa Marta por el derramamiento inmisericorde de carbón en sus aguas, me escribió un ñía, Ladislao Oyola, para recordarme escenas de nuestra infancia y adolescencia samarias, como ayudar a halar el chinchorro para sacar la primera pesca y recibir en retribución una mano de sardinas que uno llevaba a la casa con orgullo para que la vieja las fritara, y sabían a gloria; o las competencias hasta la boya apostando a quién veía primero el reloj de la catedral y decía la hora, o las zambullidas en el muelle en busca de monedas de países desconocidos que los vaporinos lanzaban al agua y que veíamos brillar en el fondo porque el mar era transparente. Erda, me dio una nostalgia barro, que empeoró cuando leí que Joaco Zúñiga se había bañado en El Rodadero y había salido empegotado con una sustancia cochina adherida a su piel. Huácala. Mejor paso la página.

Sí, ñía, mejor hablemos de los 50 años de Michaelito Jordan, así que déjame invitarte a la terraza de El Mediterráneo, a propósito de nostalgias, para presentarte al combo que habla de basquetbol en esa esquina: José Dejongh, Dorian Martínez, Henry Hazbún, Nicolás Güette, Carlos Vengal, Joaquín Arias, Álvaro Ferrín, Carlos Lajud, y los que van llegando del Suri Salcedo.

Decir Michael Jeffrey Jordan es como decir Pelé, Mohammed Alí, deportistas perfectos que ganaron todo lo que tenían que ganar y se convirtieron en paradigmas en esos deportes. Después de ellos vendrán muchos que se disputarán el primer lugar, incluso, podrán superar sus récords pero falta ver si alcanzan la perfección.

Quien ha jugado basquetbol de alta competencia sabe del esfuerzo que representa encestar, defender, tomar rebotes, en una tierra de gigantes porque, indudablemente, la estatura es razón fundamental en este deporte. Lo dice el propio Jordan quien fue retirado del equipo de baloncesto del Instituto Emsley A. Laney porque medía 1.80. Al año siguiente aumentó 10 centímetros y con ese 1.90 le bastó para ser denominado el mejor de todos los tiempos en la NBA, el mejor basquetbol del mundo. No cabe en este espacio una lista de todo lo que logró, pero no es cualquiera el que gana 6 campeonatos en esa liga y en todas las ocasiones es el MVP y, además, 2 veces campeón olímpico. El número de su camiseta, 23, ha sido retirado de los equipos en que ha jugado.

Prefiero echar un vistazo a aquella parte del deportista que conmueve hasta la exaltación y nos pone a colocarle nombres que describan sus actos heroicos. De todos los que le han puesto a Michael Jordan –Air, Air Jordan, The King, 23, MJ- el que me parece que mejor lo define es “His Royal Airness”, erda qué vaina tan linda, “Su Aireza Real”. Lo dice todo.

Tuve la oportunidad de representar a la selección del Magdalena en un partido contra los Trotamundos de Harlem, una de mis grandes experiencias como basquetbolista. Hey, el orgullo samario en juego. ¡No pasarán! Aquí estoy con Osvaldo y Chicho Cabas, Watussi Escobar, Helí Pereira, Julio Ceballos, los mellos Ospino, no nos ganan. Pero qué va. Después de una bravía resistencia criolla inicial se impusieron la estatura y la técnica de los gringos y tuvimos que reírnos como el resto del público de su show.
Su Aireza, los tercermundistas del baloncesto lo felicitamos en sus 50 años.

Por Haroldo Martínez
haroldomartinez@hotmail.com