Los líderes de los democristianos (CDU/CSU) y socialdemócratas (SPD) en Alemania estaban de buen humor en la rueda de prensa del miércoles en Berlín en la que presentaban el acuerdo para formar un gobierno de coalición. No se notaba la negociación maratoniana de 17 horas que concluyó a las cinco de la madrugada cuando se iban a la cama, “por separado” como subrayaba el líder del SPD, Sigmar Gabriel, provocando las carcajadas de los periodistas.

Los dos principales partidos de Alemania se han puesto de acuerdo para formar una gran coalición por tercera vez desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Eso, si los militantes del SPD aprueban el pacto en una consulta, que supone una primicia radical en la política alemana.

Este clima desenfadado de mutuo respeto entre los rivales políticos contrasta mucho con el espectáculo de confrontación que suelen dar en Washington, donde los demócratas de Barack Obama y los republicanos se enrocan en posiciones aparentemente irreconciliables que incluso llevan al país al borde de la quiebra como ocurrió hace unas semanas. Tal grado de enemistad política sería inconcebible para los alemanes y mucho menos las escenas aún menos edificantes de peleas a puño limpio que lamentablemente se ven en parlamentos desde Budapest a Taipéi.

La Alemania de posguerra es una sociedad de consenso, algo que ha facilitado que la CDU/CSU de la canciller Ángela Merkel y el SPD de Gabriel, tras semanas de negociaciones, hayan encontrado otra vez una base común para gobernar durante los próximos cuatro años. La mayoría de los ciudadanos está a favor de esta gran coalición, según indican las encuestas. También es cierto que en muchos aspectos las posiciones de los dos partidos se acercan bastante. Así por ejemplo, no cabe esperar un cambio significativo en la política exterior, y sobre todo europea, de una gran coalición. Al igual que Merkel, el SPD rechaza la mutualización de la deuda soberana, los famosos eurobonos, que sería una forma para que los países en crisis pudieran pagar menos intereses.

El nuevo gobierno se propone compaginar la austeridad con estímulos a la economía. Merkel ya se había dado cuenta de que la política de recortes de gasto público a ultranza fallaba en conseguir la necesaria recuperación de los países con problemas como España, pero durante la campaña electoral prefería mantener el discurso de mano dura de cara a sus votantes.

La prensa alemana ha criticado el pacto de gobierno –que consiste de nada menos de 185 páginas– por falta de ambición y de visión a largo plazo. Muchos temen que los dos grandes puedan neutralizarse en el día a día de la gran coalición. Pero neutralizarse quizás es preferible a la parálisis que hemos visto en el Capitolio de Washington. Y hay otra ventaja. Mientras el presidente de EEUU tiene que aguantar cuatro años contra viento y marea, en Alemania existe la válvula de escape de convocar elecciones adelantadas si la boda de elefantes termina en lágrimas.

@thiloschafer