“En Colombia es más peligroso ser mujer que ser soldado” es la provocadora frase que fue repetida varias veces por la delegación colombiana en la Cumbre Global Contra la Violencia Sexual en Zonas de Conflicto, que tuvo lugar la semana pasada en Londres. La frase la dijo por primera vez el ministro británico de Exteriores, William Hague (que inauguró la Cumbre junto con Angelina Jolie), en su visita a Colombia en febrero de este año, al ver las alarmantes cifras de violencia contra las mujeres que se registran en el conflicto colombiano.
Según la primera encuesta de prevalencia “Violencia sexual en contra de las mujeres en el contexto del conflicto armado colombiano 2001-2009”, durante esos nueve años 489.687 mujeres fueron víctimas de violencia sexual en medio del conflicto. La violencia sexual incluye violación, prostitución forzada, embarazo forzado, aborto forzado, esterilización forzada, acoso sexual, servicios domésticos forzados y regulación de la vida social. Por supuesto, el problema y sus consecuencias superan las áreas de conflicto. Según el informe de Violencias contra las mujeres 2013, de Sisma Mujer, en Colombia cada 30 minutos 1 mujer es víctima de violencia sexual, y 1 mujer es asesinada en circunstancias asociadas con la violencia intrafamiliar cada 3 días. En cuanto al conflicto armado, el informe de Sisma muestra que las cifras siguen siendo alarmantes: cada mes del 2013, 5 mujeres fueron víctimas de violencia sexual en el marco del conflicto; en el 2011 llegamos a 11 cada mes. Estos son solamente los casos registrados.
En el 2008, la Corte Constitucional expidió el Auto 092, que reconoce que la violencia sexual constituye una “práctica Habitual, Extendida, Sistemática e Invisible en el contexto del conflicto armado colombiano”. El 98,3% de los casos registrados en el Auto 092 se encuentran en la impunidad.
Afortunadamente acaba de sancionarse una ley que garantiza el acceso a la justicia de las víctimas de violencia sexual en el conflicto armado, y la tipifica como delito imprescriptible y de lesa humanidad. La ley le da dientes a jueces y fiscales para investigar y condenar los delitos y hace que la carga de la prueba recaiga sobre los organismos del Estado y no sobre las víctimas.
En Colombia, hay, anualmente, entre 1.200 y 1.500 feminicidios (por fuera del conflicto). En el 2013 murieron 361 miembros de la fuerza pública asesinados en el acto de su servicio. Por supuesto estas cifras no son equivalentes ni son proporcionales. Sobre todo, hay una diferencia importante: que los soldados eligen serlo, saben que van a combate y están preparados para atacar y defenderse. Para la gran mayoría de las mujeres en Colombia que se ven atrapadas en medio del conflicto, la guerra no fue una cosa opcional, les creció alrededor de sus casas y sus vidas y es una peligrosa maleza asesina, con la que lidian todos los días. La violencia sexual contra las mujeres en todos los contextos está invisibilizada y naturalizada, es un problema estructural y es a eso a lo que se refiere la frase de Hague. Después de todo, no se trata de sacar gráficas y números impactantes para justificar el rechazo a la violencia contra las mujeres, pues como dijo Jineth Bedoya en la Cumbre, “Yo fui víctima. Mi caso se estancó y ahora soy una de tantas, una cifra. Pero tengo un nombre, soy una persona, no quiero ser más una cifra”.
@Catalinapordios