Ha comenzado un nuevo año y, en palabras de Mafalda, hay “todo un calendario por estrenar”. Comenzamos el año llenos de grandes propósitos, con la firme intención de cambiar patrones inservibles o remplazar malos hábitos por otros más afortunados.
Sin embargo, para después de los Carnavales es posible que estos propósitos hayan comenzado a diluirse o puede que, a esa fecha, las buenas intenciones sean solo un recuerdo.
Entonces, ¿qué podríamos hacer para lograr, por lo menos, mantener alguno?
En cuanto a propósitos e intenciones, ante todo es indispensable revisar qué tan importantes son para nosotros. Esto lo podemos lograr verificando qué tanto sentido tiene aquello que deseamos transformar. Un buen ejercicio es escribir en un papel el propósito y qué ganancia emocional representa para nosotros, mirar el sacrificio y el compromiso que estamos dispuestos a adquirir para lograrlo.
Si el deseo es comenzar una rutina de ejercicios, revisar qué beneficios nos podría brindar y contraponer el esfuerzo personal para la meta específica.
Es importante clasificar estos propósitos y definirlos dentro de categorías específicas y generales. En el caso del ejercicio podría clasificarse como propósitos para mejorar la salud, o una meta para obtener un mayor bienestar.
Una vez realizadas las categorías, elegir las más relevantes y quedarnos con pocos propósitos, porque entre mas abarcamos, como dice el adagio, menos apretamos. Si tenemos definidos objetivos puntuales tendremos más posibilidades de lograr alguno. También es importante atacar uno a la vez y construir poco a poco.
Una vez hemos elegido una categoría o dos, y de estas un propósito, el siguiente paso es traducir esas ideas en metas especificas, con plazos de tiempo. Siguiendo con nuestro ejemplo de bienestar, la meta podría ser realizar dos veces por semana una actividad física de 30 minutos, comenzar el 8 de enero y mantenerse constante durante 4 semanas. Es importante revisar cómo voy con este plan de acción y tomar conciencia de que se trata de un compromiso conmigo mismo.
Cuando no colocamos pequeñas metas, con límites de tiempo, estas se tornan mas inalcanzables y nos generan angustias, así es más difícil mantenerlas. Implementando metas pequeñas, realistas, evitamos la frustración innecesaria y, consecuentemente, la renuncia a nuestros propósitos.
La ciencia dice que se necesita de, por lo menos, 40 días de repetición para cambiar un hábito, además de hacer conciencia plena de este hábito a cambiar. Si logramos construir un patrón de conducta repetitivo y constante en el tiempo, también podemos lograr construir hábitos diferentes, siempre y cuando nazcan de nuestra propia intención y deseo.
Lograr nuestros propósitos es un trabajo que requiere conciencia, dedicación y esfuerzo pero, como todo aquello que implica una dosis de sacrificio, cuando lo logramos también viene con grandes satisfacciones. ¡Ánimo en esos nuevos propósitos!
Sandraleventhal@yahoo.com