Los primeros 100 días del reincidente alcalde Alejandro Char en la ciudad de Barranquilla han sido la luna de miel de la unanimidad. Según muestra La silla Caribe, en Barranquilla no hay ningún tipo de oposición política y hasta los del Polo son vargaslleristas. 21 de 21 concejales están alineados con la administración Char y le aprueban todos los proyectos que presenta. La suma de sus últimas propuestas llega a los 1,6 billones de pesos para realizar obras, comprometiendo vigencias fiscales futuras, que sí, parecen ser urgentes y necesarias para la ciudad pero cuyo desarrollo no se presenta con transparencia. Sin embargo, lo que es raro aquí es que no es común que a alguien le suelten tanta plata, ni tan fácil, ni sin que sea claro si pertenecen al Plan de la administración de Elsa Noguera o al de Alex Char. Tanto dinero se justifica en obras necesarias para la ciudad, pero nadie habla del altísimo riesgo de endeudar a la ciudad que, aunque contó con el buen manejo financiero de la alcaldesa Noguera, todavía está en deuda. Pero bueno, digamos que todo, todo, se arregla con Old Parr.

Y no es que Char sea un mal alcalde. Es un tipo encantador que pasa del bordillo al coctel del Country Club. Encarna al barranquillero aspiracional y por eso nos cae bien a todos. Y sí. Ha hecho cosas. Lo que se nos olvida a los colombianos es que “hacer cosas” es lo mínimo que debe hacer un alcalde, y que somos nosotros, los ciudadanos, los encargados de ponerle los límites a cada administración. La unanimidad que rodea a Char inhibe el debate ciudadano, y eso, les aseguro, es lo peor que le puede pasar a la ciudad. ¿Qué es lo que no vemos en esta fantasía dionisíaca? ¿Qué pasa cuando no somos críticos con la ciudad? Por ejemplo: ¿cómo es que nadie se queja de la medida de militarizar Barranquilla? En cualquier otra ciudad, como Medellín o Bogotá, el debate habría sido álgido. En cambio aquí no pasó nada, y eso es especialmente absurdo porque esta es una ciudad que, tradicionalmente, se ufana de “mediar con cheveridad”. En el momento en que llega un arma, se acaba esa “cheveridad”.

Es una tristeza que una ciudad que se fundó bajo los valores de la apertura y la irreverencia, una Barranquilla con ‘meke’, haya terminado por morderse la cola. La rebelde y transgresora burguesía de ayer se convirtió en la aristocracia apoltronada de hoy, y ahora somos coloniales, conservadores, tradicionalistas (y en el peor de los sentidos). Se nos olvidó lo que era estar sentados en una mata de cadillo.

Una fuente le dijo a La Silla Caribe que irse contra el alcalde es como irse contra el Junior. Y ya saben, que los barranquilleros somos ¡trojeros, junioristas, olimpiquistas! (Hasta yo lo digo hinchando pecho, pero no sin olvidar que Olímpica Estéreo, y hasta el Junior son de los Char). Somos ¡isocromáticos, mi rey! Y sí, porque imagínense que isocromático significa “del mismo color”. Miren qué tristeza, nosotros, los corronchos, los multicolores, los caleidoscópicos, nos alineamos a la camisita Polo rosada y terminamos “ique de isocromáticos”. ¡Ñeeeeee!

@Catalinapordios