Nelson Pinedo salió del barrio Rebolo, zona raizal de Barranquilla, para conquistar, primero a su ciudad natal a través de las ondas de La Voz de la Patria, donde fue locutor y después destacado cantante, interpretando boleros y música norteamericana del momento. Después Nelson marchó a Venezuela de la mano del maestro Lucho Rodríguez Moreno; allí hizo su primera grabación en 1950. Prosiguió su recorrido inicial hacia Bogotá convocado por el maestro Antonio María Peñaloza quien lo llevó a los principales escenarios capitalinos con el marco de la internacional orquesta de Don Américo y sus Caribes.

Muy pronto su voz y buena presencia permitió que fuese contratado por el grupo español Serenata Española, que actuaba en la fría capital, con el cual recaló en la floreciente Isla de Cuba centro del espectáculo musical en América, llevando a las pastas sonoras temas españoles uno de ellos, adaptación de un poema de Gustavo Adolfo Becker, y aunque sus mentores hispanos querían llevarlo a Europa, él decidió permanecer en la isla donde se convertiría en un verdadero cónsul en la capital del son y la rumba.

Si bien Colombia siempre perteneció al Caribe, los gobernantes encaramados en el altiplano de los Andes, no entendieron que nuestro país era una parte integral de esa Cuenca poblada por gentes negras, mulatas, mestizas y blancas que eran generadores de una cultura multicolor latina y africana que no comprendían ni valoraban en el interior de Colombia. Ese desconocimiento y displicencia gubernamental hacia el ardiente litoral norte del país y su entorno antillano hizo que Colombia perdiera gradualmente vastos territorios caribeños, tales como Panamá, el golfo de Coquivacoa con Venezuela, la costa Mosquitia y una gran proporción de millas marinas e islotes con Nicaragua.

Por eso hoy, cuando Nelson Pinedo ha culminado su periplo vital, puedo afirmar con certeza que los artistas costeños en un alarde de afirmación cultural con su Región inscrita en la Gran cuenca del Caribe, han tenido un papel diplomático de mayor trascendencia que los políticos y embajadores.

Los músicos, como lo hicieran los marineros luchadores de la época de la independencia encabezados por el Almirante José Prudencio Padilla, conquistaron su entorno natural: El gran embajador fue el barranquillero Nelson Pinedo, quien enarboló con su voz la esencia caribe de su música, no obstante fue precedido de alguna forma por su coterráneo Luis Carlos Meyer, quien llevó la cumbia y el porro a México, y por su paisana Esther Forero quien llevó la música costeña a Venezuela, República Dominicana y Puerto Rico. Esto para no hablar de músicos que siguen batallando como Totó la Momposina y los gaiteros de San Jacinto, que han llevado nuestros ritmos a los escenarios europeos, o del fallecido Joe Arroyo, que tantos aportes le hizo a la música caribeña.

El porro, la cumbia, la tambora del río, las narrativas del Magdalena grande acompañadas por el acordeón, interpretados por estos cantantes en los escenarios del Caribe, anticiparon la gloria del reconocimiento universal a la literatura de Gabriel García Márquez.

La obra de Nelson Pinedo nos permite afirmar que antes de los diplomáticos de profesión fueron nuestros artistas quienes nos abrieron un lugar de preeminencia en el Caribe, antes del reconocimiento a literatos y pintores fueron nuestros músicos los verdaderos embajadores de Colombia en el Caribe y en el mundo.

Ellos hicieron posible la divulgación y fusión de los ritmos y melodías que surgieron de la creatividad de nuestros campesinos y moradores de ríos y mares que, en los momentos de fiesta colectiva, se presentaban en los goces paganos de carnaval y otros jubilosos encuentros populares. Nuestro respeto a Nelson Pinedo y, con él, a Esther Forero, Luis Carlos Meyer, Sarita Lascarro y otros pioneros de la diplomacia musical de Colombia en el Caribe y el mundo.

*Director del Grupo de Estudios Interdisciplinarios sobre el Caribe, de la Universidad Simón Bolívar, investigador emérito de Colciencias.