Me niego a aceptar que los Caribe seamos plebes y rastacueros por naturaleza. Más bien creo que en los medios electrónicos se han instalado personajillos de poca monta que han hecho de semejante mal hablar un arte, un sello personal que al ser machacado e imitado por muchos otros en rápido ascenso al “estrellato” popular subvierte, minuto a minuto, a través de las ondas hertzianas lo que resta en nosotros de la decencia y los buenos modales que nos caracterizaban hace veinte años, a lo más.
De la radio, donde se alcanzan niveles de asquerosidad, doble sentido o directa plebedad, está saltando a algunos espacios de la televisión, donde generosamente se destacan humoristas de palabra y gestos sucios, explícitos y repugnantes. Pero en la caja tonta todavía existen controles del Estado, mientras en la radio el desmadre alcanza límites insólitos y los directivos de programa o el locutor de turno suavizan con un “no diga eso”, “qué barbaridad” o “te estás pasando”, pero su tono socarrón e hipócrita no hace sino subrayar la bajeza y estimular a sus estrellas humorísticas que casi siempre son homofóbicos, racistas y misóginos, y aunque aparentemente parezca que no hay correspondencia entre el sujeto y los calificativos, lo escribo así porque siempre son hombres.
Así, la cuerda de risa se tiempla con base en la imitación rupestre y vulgar del hablar afeminado, o la protuberancia viril del negro, o la estupidez de una mujer intentando “motivar” a un desinteresado marido, para quien puede haber una cortinilla musical aflautada para que el oyente deduzca que es marica porque “no puede” con el hembrón que lo tienta. Otras veces hacen concursos que rebajan la dignidad de las mujeres y en los que participan jóvenes ansiosas de sus quince segundos de fama, dispuestas a describir lo que les gusta en la cama o a presentarse sin brasier y con la camiseta mojada.
He escuchado a lanzadiscos gritando: “Hoy es viernes de pelo”, en una de las emisoras de mayor sintonía, y usar un lenguaje soez hasta para anunciar una canción cualquiera, siempre relacionándola con el sexo ocasional, furtivo, violento, sin otra causal que descargar la mal llamada hombría que, en el fondo no es sino la triste servidumbre sanitaria de una mujer porque ellos no tienen ningún interés en que disfrute. Y ese lenguaje de esa contracultura baja se ha popularizado y cada vez más los niños, niñas y adolescentes lo utilizan en sus comunicaciones virtuales porque están creciendo convencidos de que el sexo es un chiste de grueso calibre, que se practica para convencer al otro o la otra de que son modernos, liberados y rompedores de las normas, cuando en realidad están reivindicando la esclavitud sexual del patriarcado.
losalcas@hotmail.com