No hay una manera seria en la que podamos saber si la palabra “atarbán” se escribe con b o con v. Tampoco hay una estrategia formal para establecer su significado. Ni María Moliner ni la RAE dicen nada al respecto. Uno se sorprende al descubrir que una palabra tan usada, tan cargada de sentidos, no es medianamente universal. Es apenas un colombianismo de uso popular, más atravesado por la oralidad que otra cosa.
“Grosero, insolente, agresivo” es la definición que aporta el Breve diccionario de colombianismos de la Academia Colombiana de la Lengua. Sin embargo, Google parece ser un poco más preciso cuando al respecto dice “Que es brusco, de mal carácter, de modales groseros y disfruta ofendiendo y golpeando a los más débiles”.
De eso sabemos bastante los colombianos. La ilustración bien podría ser la del vicepresidente Germán Vargas Lleras. Quienes lo han tenido cerca aseguran que es prepotente y hostil, pero su carácter de atarbán se confirma en el video que circula por redes. En un recorrido por el barrio San Isidro, del municipio cordobés Ciénaga de Oro, el funcionario reaccionó de manera violenta contra uno de sus hombres de seguridad personal. Algunas versiones señalan que el vicepresidente se incomodó porque el escolta lo pisó accidentalmente y como respuesta lo golpeó en la cabeza.
Más allá de la agresión física, quien ve el video descubre la agresión moral. La expresión de humillado del hombre de seguridad que, si bien parece fuerte, se repliega ante el acto patán de Vargas Lleras.
Este ejemplar del atarbán colombiano no solo quedó grabado en un video que se volvió viral y acompañó titulares de prensa, sino que evidencia el talante inescrupuloso de un servidor público y un amplio abuso del poder. El tipo golpea a sus subalternos sin el más mínimo atisbo de vergüenza y lo hace financiado por los recursos públicos de los colombianos.
En un momento en el que el país se cuestiona ligeramente la relación entre poder, élites y violencia, algunos sectores de la opinión pública manifestaron rechazo a este acto violento. Germán Vargas Lleras trató a su hombre de seguridad como si fuera un esclavo. Lo degradó, lo ridiculizó.
Muchos, sin embargo, aman estos actos en los políticos, admiran el tono de patán, el macho poderoso, el gamonal que dice “le voy a dar en la cara, marica”, el que habla duro, es hostil, golpea la mesa y reparte cocotazos. Así creen que Vargas Lleras tendrá el temple para administrar el país porque de alguna manera sentimos que somos un combo de peones brutos, que solo podemos ser dirigidos por un capataz ordinario y agresivo, un atarbán.
Días después Vargas Lleras le presentó disculpas públicas al intendente de la Policía víctima de su agresión. Advirtió que los escoltas deben respetar a los ciudadanos. Respeto, Vargas Lleras, es lo que un funcionario de su altura debería tener.
@ayolaclaudia
ayolaclaudia1@gmail.com