Encontrar el camino de la felicidad ha sido siempre el logro más importante del ser humano. La vieja historia del Rey Midas trata del deseo de hacer fortuna –que nunca se calma–, cuando más se tiene, más se quiere. Se llega a un vacío que no puede llenarse con nada. Se inicia una perturbación psicofísica que aleja al individuo del verdadero sentido y propósito de la vida.

La ciencia ha encontrado la presencia de hormonas que influyen y determinan los grandes momentos de euforia o felicidad.

Nuestro cuerpo es capaz de producirlas, tres de las cuales son responsables del placer y de la motivación (dopamina), de aliviar el estado de ánimo (serotonina) y de producir felicidad (endorfina). Una forma rápida de generar estas hormonas es activando la sexualidad o imágenes placenteras, como paisajes o situaciones personales de éxito, bienestar y satisfacción, lo que indica que hay una serie de actividades que ayudan a nuestro organismo a producirlas.

La melatonina, otra hormona, es la encargada de que en nuestro cuerpo funcione el famoso reloj biológico, el responsable de que nuestro cerebro identifique el día o la noche, el descanso o la actividad. Es imposible que alguien esté feliz sin haber tenido un descanso apropiado, es por ello que a esta hormona se le conoce como la hormona de la felicidad.

Nuestro organismo también es capaz de producirla en forma natural, sin efectos secundarios. Pero mucha gente se droga para conseguir su aumento y lograr una felicidad efímera con peligrosos efectos secundarios, pagando un precio alto, por algo es que lo tenemos en nuestro organismo de forma gratuita. Algunos creen que la felicidad es un estado bioquímico, que puede ser inducido artificialmente –y en forma temporal– por drogas, como la marihuana, la cocaína y otras.

La droga de la felicidad no existe, la estimulación vuelve a las personas que las usan adictas a ellas, con efectos secundarios potencialmente peores. Existen millones de personas poseídas por las drogas para buscar la felicidad, consiguiéndola en forma irregular, cuando su formulación debe hacerse únicamente a través de profesionales expertos en sus efectos.

Pero, como dijo Juan de Dios Peza en su poesía Reir LLorando: “El carnaval del mundo engaña tanto, que las vidas son breves mascaradas, aquí aprendemos a reír con llanto, y también a llorar con carcajadas”.

La verdadera felicidad proviene de dar y ayudar a los demás, lo que en el camino te ayuda a comprender realmente quien eres.