Desde que tengo uso de razón, en mi familia se ha dicho que los trapos sucios se lavan en casa. Me educaron, al igual como estoy segura que sucede con tantos otros, con la noción de que eso de ir ‘regando por ahí’ las desgracias familiares o personales, solo atrae el morbo de aquellos que se alimentan de él, solo termina poniendo un nombre en boca de todo el mundo, y solo termina manchando a una persona de por vida.

Sin embargo, hay momentos en los que el miedo al escarnio público no puede ser más grande que el valor que uno se debe dar a si mismo. El miedo a que otros sepan lo que pasa de puertas para adentro, no puede impedirle a nadie ser una muestra de valentía. El miedo a lo que dirán, sencillamente, no puede seguir dejando a los culpables sin condena.

Es por esta razón que mi columna de hoy se la quiero dedicar a alguien a quien no conozco, pero que, definitivamente, admiro. Su nombre es Andrea Marín, es una publicista barranquillera, y hace poco se atrevió a salir de su anonimato para denunciar algo que, lastimosamente, pocas mujeres hacen y tantas prefieren llorarlo en silencio.

Con el rostro severamente maltratado, lleno de moretones y señales de hinchazón, pero con una fortaleza que solo una mujer berraca es capaz de transmitir, Andrea denunció públicamente por maltrato físico, al hombre con el que hace tan solo un mes había decidido comprometerse, Óscar Mauricio Bustos Osorio.

Según la versión de Marín, este hombre ‘de bien’, que cuenta con un muy buen puesto como gerente de Atlantic, una comercializadora de alimentos para restaurantes, la tiró al piso, le puso una rodilla en el estómago y le pegó tres cachetadas, luego de que tuvieran una discusión acalorada el sábado pasado al salir de una discoteca en Barranquilla.

Y aunque hay cientos que, como buenos abogados del diablo que siempre sobran en este tipo de casos, han llegado a decir “que fue ella la que fue hasta su casa”, “que fue ella la que le estaba haciendo un show de celos” y “que fue ella la que se lo buscó”, hoy quiero utilizar este espacio para respaldar a esta mujer y a las tantas otras que igualmente se encuentran en su posición, pues no hay nada que pueda justificar un ataque de esa manera y no hay excusa lo suficientemente fuerte, para escudar un comportamiento tan absolutamente cobarde.

Vivimos en una sociedad en la que preferimos decorar con adornos y filtros la violencia de familia, en la que preferimos comer basura, siempre y cuando hagamos que parezca que es pollo, y en la que tapamos con excusas lo que es absolutamente inexcusable. Y por esta razón, hoy quiero aplaudir a las que, como Andrea, escogen quererse a sí mismas por encima de cualquier cosa, y escogen mandar al fin del mundo, lo que piense, diga y crea todo el mundo.

Porque hay trapos sucios que merecen ser lavados en la calle.

@marcelagarciacp