Pregunta: ¿Ingresar es lo mismo que entrar? M. Pérez, Barranquilla.

R.: El español es tan elaborado, flexible y rico que se da el lujo de tener matices para algunas palabras. Es el caso de ‘entrar’ e ‘ingresar’, que se refieren a una acción que parece semejante, pero que no lo es. Más allá de los casos financieros (“mis ingresos”, “ingresé dinero al banco”), ingresar es registrarse o ser registrado en una institución, un grupo, un club, un hospital, una cárcel...; y entrar es pasar de afuera hacia adentro en un lugar. Así, un obrero entra cada día a trabajar en una fábrica porque ha ingresado a su nómina. Un recluso no entró, sino que ingresó a la cárcel, y los que van a visitarlo no ingresan, sino que entran. No se dice que un médico entró, sino que ingresó como miembro a la Academia Nacional de Medicina.

P.: Vestía una guayabera, y una amiga me dijo: “Pareces un dandi”. ¿Hay dandis en el trópico? Nando, Barranquilla.

R.: Por supuesto que los hay. El dandismo no se circunscribe a una latitud o a una zona del planeta. Dandi es una palabra en desuso en español, de origen inglés y de difusa etimología, que tuvo su apogeo en los siglos XVIII y XIX, primero en Inglaterra y luego en Francia, aunque dandis ha habido en todas partes en el decurso de la historia. Un dandi es quien le da trascendencia a su apariencia física, sobre todo a su ropa, por lo general muy fina, que, además, emplea un lenguaje que intenta ser culto, exhibe modales exquisitos y presume de supuestas o reales costumbres aristocráticas. Pese a su elegancia, un dandi transgrede los hábitos del vestir, pues lo hace de forma excéntrica o muy llamativa. El sentido de esto es que lo vean o verse él mismo en un espejo, pues si no hay quien lo vea no tiene razón su esfuerzo. Contrasta esto con la sentencia de grandes diseñadores: “La verdadera elegancia es pasar desapercibido”.

P.: Oí que no es correcto decir “el jopo”, sino “el hopo”. ¿Es cierto? LHL, Santa Marta.

R.: En español, la H tenía un sonido aspirado que se perdió en el transcurso del tiempo, lo que la convirtió en una letra muda que, cuando está intercalada entre dos palabras, no impide la formación de diptongos: ‘La hembra’ (laembra), ni la fusión de dos letras iguales: ‘La Habana’ (Labana). No obstante, en la Costa y en otros lugares del ámbito hispánico se sigue aspirando, acción que ha formado nuevas palabras, algunas de las cuales han sido aceptadas por la Academia. ‘Jopo’, que es una de ellas, viene de ‘hopo’ que, a su vez, deriva del francés houppe, que significa borla, y alude a las colas abultadas de animales como la zorra o la ardilla, o lanudas como la de la oveja o la llama. Casos como este han originado palabras sinónimas que, solo diferenciándose por las letras J o H, están en el diccionario académico; por ejemplo: halar y jalar, holgorio y jolgorio. Aunque muy usadas, no aparecen otras como ‘jecha’ (las frutas), pero sí ‘hecha’; o como ‘jarto’, pero sí ‘harto’…

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