Terminó la temporada de Navidad y Año Nuevo. No sabe uno si entristecerse porque cesó la ‘locha’ y la fiesta, o alegrarse porque paró la gastadera y hay que comenzar a camellar y retomar negocios y diligencias aplazadas, aunque ello implique tener que volverse a ocupar de los aburridos y preocupantes temas de nuestra situación nacional, el detestado Santos y sus veleidades farianas, el precario salario mínimo, la agobiante alza de los precios, las campañas políticas, los nubarrones narcomarxistas que nos amenazan, y demás rollos que nos bajan la nota.

Menos mal por aquí tenemos paliativos, que no es solo que desde ya estemos pendientes del cercano Carnaval, sino que en general andamos en viaje positivo, los visitantes se asombran con los favorables cambios que presentamos, la gente contenta con los parques, entusiasma registrar los avances y proyectos que tanto Alcaldía como Gobernación anuncian y que ya –confiamos– se cristalizarán. Barranquilla, por ejemplo, será una distinta ciudad con el Gran Malecón o Avenida del Río terminada, que además generará importante desarrollo paralelo a la ribera que nos otorgará la condición de moderna ciudad capital. Con los Juegos Centroamericanos nos presentaremos ante propios y foráneos como la joya nacional, que los escenarios pintan estupendos, y que también se ha invertido en preparación y entrenamiento de los deportistas locales para que hagan un buen papel. O sea, pareciera que las cosas se están adelantando con buen rumbo y buen criterio.

Es que el criterio, que no es lo mismo que el conocimiento, se ha convertido en una especie en vía de extinción en casi todos los terrenos. En materia de obras públicas un claro ejemplo es lo de la mal llamada Autopista, la vía que nos comunica con Puerto Colombia. Por supuesto que toda nueva inversión es bien recibida, y que sus barandas en el separador, puentes peatonales y acabados quedaron bien. Pero construyeron a lado y lado de la misma una franja que nadie entiende, demasiado ancha para ser berma, y demasiado angosta para que funcione como tercer carril, que el criterio en términos de futuro indica que el aumento poblacional y vehicular, la conurbación y su condición de corredor Caribe más temprano que tarde exigirá un tercer carril, que los cortes, anclajes, canales y otras obras no contemplaron en la franja construida, lo que encarecerá su adecuada ampliación. Además resultó terrible el diseño de la intersección a la altura de la Ye de los Chinos, que aunque bonita y con amplias zonas verdes, la solución es tortuosa, angosta y con demasiadas curvas cerradas. Eso que en teoría los diseños son supervisados y aprobados por Mintransporte y demás entes supuestamente entendidos en el tema. Seguro son ingenieros especialistas, pero con escaso criterio.

Es lo que al parecer falta al diseño de la Circunvalar de la Prosperidad en su empalme con la 51B, en la evacuación vehicular de Puerta de Oro a la altura de la calle 84, y en la reconstruccción de la Vía 40 hasta Las Flores en solo dos carriles por calzada.

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