* Por José Consuegra B.

La misión de la academia en la sociedad es fundamental. No solo sienta las bases de las nuevas generaciones al ser el templo de la educación en el cual se forman ciudadanos cultos, sino que además es el espacio en el que se construye la ciencia que necesitan los jóvenes para su formación, como también edifica valores, pensamiento y cultura.

Su compromiso con el desarrollo social y cultural es vital. Sin la educación que se desarrolla en los claustros académicos no es posible el avance de una sociedad, cuya cualidad es primordial sea la justicia, la solidaridad, la inclusión y el respeto a la dignidad humana.

Este trascendental papel de la academia tiene mayor impacto si su rol educador sobrepasa las paredes del claustro y logra llegar con lenguaje sencillo a más personas. Lindo ejemplo nos dio Stephen Hawking al dedicar los últimos años de su fructífera vida científica a conectarse con el común de la sociedad y hacerle entendible la compleja ciencia astrofísica.

Es por eso que en este espacio editorial que desde hoy me concede el diario EL HERALDO, medio de comunicación referente del Caribe colombiano, pongo a disposición de sus numerosos lectores los más de 30 años de experiencia acumulados en el sector educativo como rector universitario, directivo de organismos oficiales del sector educativo, miembro de entidades multilaterales de educación en el espacio iberoamericano del conocimiento y en entidades gremiales de la educación superior, para aportar mi visión sobre las temáticas que suscitan el interés de la opinión pública en el área de la educación, la ciencia, la innovación y la cultura. Se me hace realidad un sueño anhelado: ser líder de opinión a través de un medio cercano a mi corazón caribe, el que aprendí a valorar desde muy niño de la mano de mis padres y de su director de entonces, Juan B. Fernández Renowitzky, en los encuentros intelectuales que ellos realizaban.

Lo asumo como una responsabilidad inmensa por tratarse además de un espacio con el que igualmente contó –también los martes durante 17 años– mi señor padre, José Consuegra Higgins, fundador de la Universidad Simón Bolívar, en donde se destacó por la profundidad de sus análisis en una prosa sencilla y costumbrista. También lo hizo mi hermano Ignacio a lo largo de cuatro años, quien hoy expresa su pensamiento crítico a través de la caricatura.

Me llega esta oportunidad en unos momentos especiales en los que nos encontramos inmersos en un mar de incertidumbres, motivadas por los nuevos escenarios tecnológicos como las redes sociales y el fenómeno de la posverdad, en las que como ráfagas atropellan la realidad llevando generalmente intereses individuales y malsanos. Se hace necesario decantar, a través de la discusión argumentativa propia de la academia, las conveniencias de la sociedad y el país.

Mi propuesta siempre será reflexiva y argumentada, acompañada de mi gratitud a EL HERALDO por permitírmelo, y a usted, apreciado lector, por leerme.