Además de todo lo que anoté en la columna anterior sobre los efectos reales que se producen en el cuerpo y cerebro de los menores expuestos a los excesos de los dispositivos tecnológicos, hay un par de eventos que se presentan con notoria frecuencia, uno es el insomnio y el otro lo que se ha venido a denominar “Demencia Digital”. Amén de todas las consideraciones que puedan hacerse alrededor del trastorno del sueño en relación con el uso de los dispositivos, el autor de esta recopilación, doctor Valderrama, toca el hombro a los padres con una estadística que asusta porque nos atañe a todos: uno de cada 11 niños entre 8 y 18 años es adicto a la tecnología, 60% de padres no supervisan a sus hijos y 75% tienen algún tipo de tecnología dentro de las habitaciones. ¿Les suenan familiares las cifras?
La demencia digital es debida a la alta velocidad de los contenidos de los medios que puede precipitar un déficit atencional definitivo, así como la disminución de la concentración y la memoria, pues se genera una poda cerebral de las huellas neuronales en la corteza frontal, es decir, donde está el control de las funciones mentales superiores. Lo cual genera retrasos cognitivos, problemas de aprendizaje, aumento de la impulsividad y disminución de la capacidad autorregulatoria.
Por todo lo anterior, la Academia Americana de Pediatría y la Sociedad Canadiense de Pediatría declararon en 2017: “Los niños de 0 a 2 años no deben tener ninguna exposición a la tecnología. En los niños de 3 a 5 años debe restringirse a una hora al día, eligiendo contenidos óptimos y educativos. De los 6 a los 18 años debe limitarse a 2 horas al día”.
Esto nos debe llevar a una reflexión para mirar el interior de nuestra propia casa en relación con la presencia y uso excesivo de los dispositivos tecnológicos. El autor del trabajo nos confronta de forma directa: somos los responsables de nuestros hijos, el primer vínculo debe hacerse con los padres, la educación nos corresponde a nosotros. Para intentar corregir los errores que hayamos cometido frente a lo expuesto, plantea crear “guardianes del desarrollo infantil”, que son maniobras a desarrollar en casa para proteger la vulnerabilidad natural de su hijo.
La primera es considerar qué es lo óptimo para el hijo según la cultura familiar de los padres, no la moda ni lo que dicen los amigos. En casa hay una jerarquía encabezada por los padres y quienes ejercen la autoridad, somos nosotros quienes decidimos el uso de los dispositivos, los cuales deben dormir apagados en el cuarto de los padres. Hay cosas que no son negociables, la autoridad es la más importante de todas. Establecer normas, poner límites, un ¡No!, son actos de amor que educan mejor que un sí inmerecido.
En relación con los menores y la pornografía, todo lo que se debe hacer lo dice en una sola frase: “El sexo es para adultos”. Ocupémonos, agrego yo.
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