¡Vaya recordación la que nos suministra nuestro dilecto amigo Fernando González De Sola! Quien quiso entregarnos ese dato informativo de gran valor, pero no hubo el acercamiento de los protagonistas locales, cuando no hay quien no sepa en nuestro círculo de amistad, el aprecio tan grande que por su señor padre Fernando Gonzalez Pombo, quien fue nuestro jefe administrativo en la Secretaría de Hacienda de Barranquilla. Una amistad que no tuvo sino actos positivos a lo largo de tantos años, y que este autor ha querido prolongarlo con su vástago y objeto de nuestro aprecio igual, pero las circunstancias de los tiempos actuales han variado mucho las relaciones de amistad.
Se trata de haberse cumplido el 17 de este mes la decisión del árbitro ‘Chato’ Velásquez, quien quiso darse el lujo en el estadio El Campín de Bogotá, cuando en el partido entre Santos de Brasil y la selección Colombia, expulsó a Pelé por unos dimes y diretes que se dan en las confrontaciones futbolísticas. Velásquez que expulsa al máximo goleador de todos los tiempos y el propio público bogotano instalado en el estadio El Campín, la emprendió a rechiflas contra el autor de esa ridiculez sin nombre, toda vez que aquella muchedumbre fue al estadio para ver jugar al rey del balompié.
Y no era que existía una imposibilidad de expulsar a Pelé si éste se merecía tal expulsión. Pero no. Si ha habido en el fútbol un jugador respetuoso de las reglas de este deporte a lo largo de su trayectoria luminosa en los estadios del mundo, ese no ha sido otro que Edson Arantes Do Nacimiento, alias Pelé.
Empero, poco importa que se nos haya pasado fecha tan memorable, que hoy con el retraso que se observa la traemos a estas columnas. El caso de la confrontación entre Pelé y el ‘Chato’ Velásquez es que el primero era el jugador memorable que todos conocemos, y el segundo un árbitro quisquilloso que de todas maneras quería consignar en la historia del balompié una expulsión dada por él, como algo inolvidable en la historia del deporte. Al ‘Chato’ Velásquez lo sepultó un alud de protestas, por una expulsión que no tenía mayor razón de ser, pero que el aplicador de tan increíble sanción todo cuanto procuraba era inmortalizar su nombre.
De este campeonato mundial de fútbol se pueden decir muchas cosas, pero lo que nadie podría desconocer fue el alud de sorpresas que este torneo le entregó al mundo.
La primera gran sorpresa que tuvo el certamen no fue otra que la eliminación de nadie menos que Alemania, país que había ganado en el cuatreño anterior el título mundial en forma invicta, y además le había afrijolado nada menos que siete goles a Brasil. El técnico alemán se proponía hacerle una decena de goles al país más poderoso del mundo en fútbol, pero el técnico de Brasil llegó al sitial teutónico para decirle a su colega algo que podría interpretarse de diversas maneras: “no humille a Brasil.” Esto puede interpretarse, repetimos como una amenaza a posteriori, o tal vez como un ruego que se hacía entre dos directivos de alto turmequé para detener la goleada inmisericorde.
Y como de sorpresas andamos viene luego la eliminación de Inglaterra seguida de la de Rusia que si por algo pidió ahincadamente la sede de este Mundial era para aspirar a disputar el título.
Y por último el ascenso de Croacia que ni el máximo pitoniso del mundo podía haber contemplado eso: Croacia dio testimonio de su grandeza futbolística que solo un agotamiento (de pronto hasta buscado y conseguido) que llegó a la final con todas sus posibilidades próximas a la postración. Dudamos que un partido entre Francia y Croacia pueda terminar como el que se vio en Moscú por el título.